Reflexiones de una feminista conversa

Reflexiones de una feminista conversa

El Village Voice me encargó que fuera a investigar a esas de la liberación de la mujer. Era noviembre de 1970. ¿De qué hablas?, le pregunté al redactor jefe. Al cabo de una semana ya era una feminista conversa”. Así empieza Mirarse de frente (Sexto Piso, 2019), una recopilación de ensayos de la escritora, periodista y militante feminista Vivian Gornick. En esta obra, finalmente traducida al español, la autora reflexiona sobre temas que la atraviesan desde su juventud, y que aquí repone para volver a pensarlas, y muchas veces desdecirse: el rol de la mujer, la soledad, la vida en las grandes ciudades, el ámbito académico y las relaciones de poder, la sororidad.

Vivian Gornick (Nueva York, 1935), autora también de Apegos feroces y La mujer singular y la ciudad, fue una de las representantes de la ola feminista estadounidense de los años 70, pero ¿cómo llegó hasta ahí? En Mirarse de frente vemos que no fue de un día para otro, que el feminismo creció en ella como una construcción paulatina y que su pensamiento —crítico y audaz— surge, en principio, como una batalla contra los preceptos aprendidos. En el primer ensayo del libro, Lo que significa para mí el feminismo, Gornick escribe: “La idea de que los hombres, por naturaleza, se toman en serio sus cerebros, mientras que las mujeres, por naturaleza, no, es una creencia, no una realidad; esta idea está al servicio de la cultura imperante; y nuestras vidas parten de esa base”. Efectivamente, la autora parte de esa base, la cuestiona, y se somete a sí misma a juicio. Así, Gornick se descubre subestimando su propio trabajo e idealizando un amor romántico que la tenía obnubilada y paralizada.

En este primer ensayo vemos su perplejidad ante tal descubrimiento y a medida que van pasando las páginas, podemos ver su convicción: la lucha por la autonomía de la mujer y la reivindicación de derechos.

Algunos de sus ensayos parecen cuentos, otros manifiestos feministas. Algunos también son Gornick pensando en voz alta. En todos la autora se mira al espejo y nos deja verla: trabajando como camarera, sosteniendo vínculos de amistad que la transforman, discutiendo sobre feminismo, sintiéndose acosada e incluso menospreciada intelectualmente por el hecho de ser mujer.

En Mirarse de frente también hay espacio para pensar la ciudad y sus vínculos sociales. ¿Cómo se atraviesa la soledad en una gran ciudad como Nueva York? ¿Cómo despegarse del amor romántico? ¿A qué violencias nos enfrentamos las mujeres? ¿Tenemos derecho al goce? ¿Y derecho a hablar? ¿Derecho a decir no?

Estas preguntas aparecen implícitas y las respuestas llegan, como flechas, directo al corazón de quien lee.

Como quien recuerda desde la madurez los años de juventud, Gornick repasa su vida y encuentra errores, decepciones y revelaciones. “El feminismo de los primeros tiempos sigue siendo para mí el fogonazo vital de discernimiento que me despeja la mente. Me rescata de la autocompasión, me brinda el regalo incompatible de querer ver las cosas como son”, escribe la autora. Y sin duda esa fuerza vital se refleja en Mirarse de frente, un libro audaz y sin tapujos.

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