Columna mensual de la Asamblea Permanente por la ESI Rosario.
Decidimos escribir sobre este tema porque desde hace mucho tiempo venimos pensando y observando que, cuando nos invitan a charlas, debates, talleres o participamos de algún encuentro, nos resulta necesario preguntar a lxs presentes si tuvieron o no educación sexual en sus biografías educativas y la respuesta más frecuente es que no tuvieron, que no se hablaba del tema o que no se trabajaba ningún contenido específico. Si bien tomamos esas respuestas como disparador y trabajamos sobre eso, terminamos enseñando y haciendo hincapié en que esto no es así, ya que siempre se nos educa en sexualidad, porque toda educación es sexual (Morgade, 2011). Todos esos no dichos que forman parte del currículum oculto son maneras de educarnos en sexualidad porque nos marcan de una manera moralizante, cisheteronormada, binaria, capacitista, entre otras.
Sabemos que la ESI va dejando huella año a año. Sabemos de muchísimas experiencias de trabajo institucionales y de compañerxs docentes. Sabemos que aparece como tema en charlas familiares o de amigxs, y que es una sigla conocida por muchas personas. Pero, a pesar de que como política educativa nacional tiene 15 años de sancionada, estos relatos siguen apareciendo y en muchas ocasiones nos seguimos encontrando con una alta resistencia al abordaje de ella en las aulas.
A continuación, les compartimos algunos relatos:
“Corría el año 2001 y yo ingresaba cual conejillo de indias a lo que se empezaba a denominar Polimodal. Digo empezaba porque era todo tan nuevo que las materias no tenían nombre ni docente designadx para dictarlas. La ley Federal de Educación de Menem arrasaba con los contenidos que se venían trabajando. Una de esas materias comenzó a llamarse Adolescencia y Salud. Esta abarcaría, supuestamente, temáticas de sexualidad (aún no podía mencionarse esa palabra en un espacio curricular) e iba a ser dictada, lógicamente, por la profe de biología. Adolescencia y Salud terminó siendo un complemento de la materia Biología, con la diferencia de que, cuando solicitábamos debatir sobre sexualidad se llamaba a una «persona experta» para hacerlo (ginecólogxs, sexólogxs, etc) en las horas correspondientes a esa materia. La profesora no se involucraba en dichas temáticas. Los motivos pueden haber sido varios: falta de capacitación en el área, falta de una ley que respalde y habilite a hablar del tema en las aulas y, lógicamente, no contar con un Estado que recoja a la educación sexual desde una perspectiva de género, diversidad y derechos humanos, incluyéndolos en la currícula. Por tal motivo, defiendo la ley de ESI que actualmente garantiza derechos históricamente vulnerados y habilita a les niñes y jóvenes a poner en palabras sus sentires”.
“Ingresé al Poli en el año 1981. En aquellos años éramos pocas las mujeres que elegíamos una escuela técnica. Mi curso era el que más mujeres tenía, nueve en total. En septiembre se hacía una jornada deportiva, el “DÍA FEMENINO” sólo para las chicas, los chicos tenían clases normalmente. Sin embargo, nos observaban desde las ventanas y los balcones que daban al patio y muchas de nosotras tratábamos de escondernos porque nos resultaba un momento muy incómodo, no lo tomábamos con alegría, ni era un halago. No éramos del todo conscientes de la exposición de nuestras cuerpas, aunque algo presentíamos. Como dijo Morgade, toda educación es sexual. El otro acercamiento a la educación sexual fue en las clases de biología, aunque solo dábamos los aparatos reproductores. La sexualidad era un tema tabú por aquellos años, parecía que la escuela no tomaba a docentes y estudiantes como seres sexuados.”
“A fines del año 2018 entré a mi clase de Lengua en una EEMPA con la intención de trabajar temas de ESI y, como suelo hacer a veces, anticipé que el tema a trabajar durante ese día era educación sexual. Ni bien dije la sigla ESI, dos alumnas comenzaron a cuestionar esta decisión, diciendo que por qué íbamos a trabajar ese tema si estábamos en Lengua, que ellas no querían escuchar y que estaban en contra, también, de que sus hijas de edad escolar primaria tengan ESI en la escuela porque no hay que hablar de eso con lxs niñxs. Traté de explicarles que era una Ley Nacional de Educación y que todxs lxs docentes debíamos implementarla, pero no les convenció la explicación y una de ellas se retiró de la clase. Ese día trabajamos estereotipos de género y, en el siguiente encuentro, violencia de género. Luego de unos días, esas mismas dos alumnas se acercaron a preguntarme cómo podían hacer porque una de ellas quería denunciar a su esposo por violencia. De esta experiencia pienso, en primer lugar, que el año en el que eso sucedió no es casual, porque es sabido que durante el primer debate por la legalización del aborto la ESI se convirtió como nunca antes en un terreno de disputas y la reacción de estas estudiantes estuvo marcada por toda la desinformación orquestada por el movimiento “Con mis hijos no te metas”, reconocido esto por ellas mismas en una charla posterior. Además, este episodio me enseñó que la ESI no siempre tiene que ser anunciada, no lo necesita, a veces hay que simplemente transversalizarla, presentarla en una clase como un contenido más y que los debates surjan. Y, en tercer lugar, me hizo ver como nunca antes lo que siempre se dice: que la ESI cambia vidas y que la ESI salva vidas.”
Estos relatos son sólo una muestra del valor que puede tener la acción de revisar las experiencias, de volver a nuestras biografías escolares y mirarlas con la perspectiva que nos propone la ESI para, a partir de allí, seguir dándole la importancia que necesita, mientras nos acuerpamos en esta lucha colectiva por su efectiva implementación.
Imagen portada: Fuente Ministerio de Educación – Presidencia de la Nación