Con hambre no se puede pensar

Con hambre no se puede pensar

Crece el número de chicxs que asisten a comedores escolares y las escuelas hacen malabares con el poco dinero que llega

Las personas que transitan diariamente los territorios han adquirido diversos elementos que sirven como termómetros de la realidad social del país y en este caso particular de Rosario. Se trata de datos que surgen de los espacios colectivos que resisten frente a la crisis económica y social que se encuentra atravesando Argentina desde hace varios años y que se ha profundizado fuertemente tras la asunción de Javier Milei el pasado diez de diciembre. Uno de estos elementos lo constituyen los comedores escolares, en tanto desde enero creció considerablemente la cantidad de niñxs y adolescentes que concurren en busca de un plato de comida. Desde Reveladas dialogamos con docentes de diversas instituciones de la ciudad que brindan este servicio.

Según datos proporcionados desde ATE Rosario, actualmente en Argentina aproximadamente 2 millones de niñxs y adolescentes concurren a los comedores escolares y otros 3 a la denominada copa de leche. En Santa Fe el primer servicio se ofrece en 859 escuelas, del total de 5000 que existen, y el segundo en 2186. Según explicó Lorena Almirón, secretaria general de ATE Rosario, determinadas escuelas se cocinan para sí mismas, algunas lo hacen para otras instituciones y en la provincia hay cinco cocinas centralizadas. La más grande se encuentra en Granadero Baigorria, desde donde se distribuyen 20 mil raciones para la región.

“Lo ideal es que la alimentación se brinde en cada uno de los hogares familiares. Pero entendemos que en nuestro país eso no ocurre y por suerte la escuela primaria es prácticamente universal y es bueno saber que en ese lugar se puede ofrecer un plato de comida porque sabemos que con hambre no se puede pensar”, sostiene Victoria, docente de inglés de la Escuela Primara Domingo Matheu N°1090 de la zona sur de Rosario. En ese marco, destacó que junto al resto de las compañeras observan que desde el año pasado está aumentando el número de chicxs que se acercan al comedor.

La situación se repite en diferentes barrios de la ciudad, tal es el caso de la EESOPI N°1422 Marcelino Champagnat, ubicada en la zona oeste de Rosario, una institución de gestión privada pero que nació con el objetivo de contener a los pibes y pibas del barrio. María Florencia Acosta, su actual vicedirectora, trabaja allí desde hace 25 años y sostiene que los comedores escolares funcionan como un termómetro de lo que sucede en la sociedad. “En el verano baja el número de chicxs que vienen al comedor y abrimos las puertas al resto de los menores de la comunidad y este año notábamos que había muchísima gente, con decirte que en febrero tuvimos que aclarar que el comedor era solo para lxs de la escuela”, sostuvo.

Para graficar la grave situación alimentaria que atraviesan numerosas familias contó que “también observamos que algunos comedores de la zona cerraron o disminuyeron la cantidad de veces que reparten comida y eso hizo que en el comienzo del ciclo lectivo muchos vengan a pedir comida para sus hijxs y no eran de la escuela o nos decían que sus hijxs estaban enfermos y por eso no iban. Una cuestión social muy compleja porque nos pone a los docentes en un lugar horrible de negar la comida, con todo lo que eso implica, es una situación muy violenta”.

Como se mencionó con anterioridad, no todas las escuelas de la provincia cuentan con este tipo de servicios, y en este contexto se ha vuelto uno de los elementos a tener en cuenta para elegir una institución educativa. Este es el caso de la Escuela Primaria N°1263 Joaquín V. González. Según relata una de las integrantes del personal administrativo de la institución, “al comedor asisten casi todos lxs alumnxs y esto tiene que ver con que tenemos jornada ampliada, es un alivio para las familias saber que cuentan con un plato de comida y la copa de leche, elementos que hacen que nuestra escuela no sea elegida solo por su trayectoria sino también por su servicio alimentario”.

La docente indicó que este año la dificultad que atravesaban las familias del barrio hizo que muchxs no inicien las clases cuando correspondía, sino que se acerquen con el correr de los días con la explicación de que no tenían útiles escolares o zapatillas, mientras otrxs se vieron obligados a cambiarse de escuela por las dificultades que atraviesa el transporte urbano. A esta situación, y el esfuerzo realizado por el personal para contener a sus alumnxs, se le suma la necesidad de reponer diferentes elementos que se pierden por los robos que han sufrido, desde ventiladores, pavas eléctricas y hasta elementos de higiene personal.

Las partidas que no alcanzan o directamente no llegan

El contexto inflacionario y el bajo presupuesto destinado a las raciones de alimentos impacta directamente en la organización de los menús y la calidad alimentaria. “Hoy la provincia aporta 530,44 pesos por ración para el comedor y 220,91 pesos para la copa de leche. No se llega a completar un menú nutritivo para un chicx en edad escolar, sin contar que el servicio no está en la mayoría de las escuelas secundarias. Los adolescentes no comen en sus casas y eso representa un problema de salud y a nivel cognitivo. También hay que destacar que la copa de leche es universal pero el comedor no, pero la crisis ha hecho que crezcan los comensales, sumado a que muchxs migraron del sistema privado al público”, indicó Almirón.

Para graficar esta situación, María Florencia detalla que la comida rutinariamente se paga luego de dos meses de haberla comprado, lo cual se dificulta notablemente en el contexto inflacionario actual, ya que los proveedores la cobran al precio del día del pago. “Esto provoca una complicación para planificar los menús. El pollo tuvimos que dejar de ofrecerlo entero y lo fileteamos y lo ponemos en guisos porque subió el precio. Las supremas las ofrecíamos todas las semanas, luego pasamos a servirlas cada quince días y ahora volvimos a todas las semanas. En nuestra escuela tenemos tres turnos de comidas”. Contrario a lo que se intenta reflejar desde algunos sectores, cuando lxs docentes o los asistentes escolares hacen paros las escuelas con comedores nunca cierran, el servicio se continúa garantizando.

En estas circunstancias se apela nuevamente a las diferentes estrategias de los trabajadores, ya que como sostiene Silvia, vicedirectora de la Escuela Primaria N°527 Abanderado Grandolli: “Aunque el presupuesto es escaso, siempre tratamos de servir una comida de calidad apelando a la gente que cocina y su habilidad. Las partidas llegan con un mes de retraso y hay que remarcar que durante los paros docentes o de asistentes escolares el almuerzo se sirve igual, inclusive durante los feriados largos. Nunca el comedor estuvo más de tres días cerrado. La escuela en general trabaja con los recursos elementales, gracias a la gente que trabaja allí”.

“Las crisis afectan directamente el menú de comida, si bien lo que tiene que aportar el comedor escolar no es la cantidad de nutrientes que requiere un niñx en desarrollo, hoy en muchos barrios es el único plato que reciben por día, por eso consideramos que tiene que ser lo más cercano a altos valores nutricionales”, indicó Almiron. En ese marco, las entrevistadas remarcaron que la situación se agrava aún más dado que desde el gobierno nacional está cortado el envío del refuerzo alimentario para los comedores y la copa de leche: “ya no viene más el dinero de Nación, de todas formas tampoco venía siempre, sino que era intermitente e insignificante, pero ahora directamente no llega nada”.

Según se puede observar desde elementos proporcionados por la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), a partir del análisis de datos de la Oficina Nacional de Presupuesto, la falta de recursos destinada a los comedores forma parte de inejecución de determinados programas por parte del Ministerio de Capital Humano, donde se observa que los programas de Comedores Comunitarios y Merenderos ($34 mil millones), Complemento Alimentario ($86 mil millones) y Proyectos Focalizados en Vulnerabilidad Social ($7 mil millones) registran una ejecución del 0%. También el programa de Comedores Escolares ($48 mil millones). En el caso de los comedores escolares se suma a las múltiples situaciones de precarización que atraviesa la educación y sus trabajadores.

Nadie se salva solo

“Los directivos hacen malabares para que estas faltantes no se noten. En tiempos difíciles como este el docente se convierte en mago. De la nada saca herramientas para entusiasmar a los chicxs, algo muy difícil de lograr hoy, nos ponemos creativxs, como si nos tomaran examen. Somos magxs sacando de la galera lo que no hay, trabajamos, creamos y educamos, y además acompañamos a las familias juntando ropa, zapatillas, útiles escolares. Tratamos de tender una mano aunque nosotrxs tampoco estemos bien”, sostiene una docente ante la consulta de cómo se educa en los barrios populares.

A su turno, Victoria remarca que a pesar del contexto adverso no se debe olvidar que la docencia garantiza derechos y “no nos debemos olvidar que realizamos un gran esfuerzo porque la situación económica repercute en la sociedad y nosotrxs como trabajadores no estamos fuera de esta situación. Para sostener el trabajo es importante el trabajo en comunidad, sobre todo teniendo en cuenta las situaciones de violencia e inseguridad por las que está atravesando Rosario. Hay que resistir desde lo colectivo”.

La comunidad también forma un elemento importante para la escuela Marcelino Champagnat, ya que nació con el objetivo de “contener a los chicxs que por repitencia o edad quedaban por fuera del sistema. Sabemos que solo podemos lograr objetivos si trabajamos en conjunto y por eso tenemos vínculos con el distrito, el centro de salud y demás instituciones del barrio para coordinar intervenciones en caso de que alguna familia lo necesite. Sentimos que la escuela a veces llega tarde, en realidad el Estado porque no podemos la responsabilidad solo a la escuela, pero trabajamos pensando que la educación es una herramienta y tenemos que pelearla. La escuela es un sostén”.

Las acciones del Estado y el establecimiento de lazos con las idiosincrasias alimentarias de cada lugar también son remarcados desde ATE en relación al problema de la alimentación. “Hubo un gran deterioro de cómo se cocina y de lo que se entrega a partir de la pandemia. Pasamos del plato de comida caliente en la escuela a los bolsones que se entregaban pero que no constituían todo lo que necesitaba un menú completo, ahí tomaron un rol preponderante los comedores comunitarios, que hoy también están siendo ajustados por Milei y no se les envían los alimentos que necesitan. Exigimos que se aumenten las partidas para los comedores escolares pero que también se sostengan los comunitarios porque el chico no puede comer una sola vez al día, lxs pibxs no pueden pasar hambre”, remarcó la referente gremial.

Finalmente, también indicó la necesidad de rediseñar los programas nutricionales para que los alimentos que se ofrezcan en las escuelas cumplan con los objetivos de un adecuado desarrollo humano y cognitivo de quienes los reciben. E indicó que para favorecer la disminución de costos de los menús se deben establecer alianzas con los productores de las diferentes zonas donde se encuentran las escuelas, fomentar las compras en las huertas comunitarias e incentivar su creación en las escuelas y dotar a las escuelas de los cargos necesarios para llevar adelante estas tareas.

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