El abuso no es pecado, es delito

El abuso no es pecado, es delito

La semana pasada una decisión del Vaticano hizo resonar nuevamente el nombre de Néstor Monzón, quien se encuentra cumpliendo una condena por abuso sexual en el norte santafesino, al retirarle el estado clerical, por lo cual no podrá volver a ejercer el sacerdocio. Repasamos el caso junto a la madre de una de las víctimas y una de las agrupaciones que la acompañó en el camino por la verdad, mientras muchxs vecinxs le dieron la espalda.

Monzón tenía 51 años cuando llegó a la ciudad de Reconquista hacia mediados del año 2015. El entonces cura había quedado a cargo de la Parroquia Madre de Dios, y allí residía. Además, se desempeñaba como vicepresidente de Cáritas Reconquista, y de alguna manera era reconocido por haber participado en defensa del cierre de una arrocera en una ciudad cercana, escribiéndole incluso una carta a la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner. “Esa situación de defensor del trabajo, más la envestidura que representaba, movilizaba y se mezclaba con todo” afirma Sandra Jofre, referenta de la agrupación Colectiva Savia.

Y es que meses más tarde, el 23 de diciembre, Andrea S. denunció a Monzón por abuso sexual contra su hija y su sobrino, ambos de tan sólo 3 años de edad. Los aberrantes episodios habían tenido lugar el 26 y 27 de noviembre del 2015, cuando lxs menores visitaban a su abuela, quién era vecina de la parroquia y asidua feligresa del lugar. «Lo primero que hice fue creerle a mi hija cuando vino y me contó, me asesoré con psicólogas y denuncié, ahí se desató una lucha dolorosa, y más contra la iglesia”. Tras la denuncia, los fiscales Alejandro Rodríguez y Rubén Martínez ordenaron pericias y recabaron testimonios, entre ellos, la cámara Gesell a la menor, ya que con su primo no pudo realizarse.

Según relata, el Obispado se acercó a la familia y prometió ponerse a disposición de Andrea, aunque ese acompañamiento nunca se efectivizó, mucho menos tras conocerse las escuchas de la abogada Gabriela Contempomi, asesora legal del obispo, con el acusado, al cual telefónicamente le habría advertido que estaba siendo investigado y tenia que “borrar todo lo que tenía en el celular”. El juicio comenzó el 5 de diciembre del 2019, Néstor Monzón -que ya se encontraba suspendido de sus cargos desde 2016- fue imputado por abuso sexual gravemente ultrajante agravado (por producir un grave daño en la salud y por ser ministro de un culto religioso reconocido) en perjuicio de una niña, y por abuso sexual gravemente ultrajante agravado (por la condición de ser un ministro de un culto religioso reconocido) en perjuicio de un niño. Durante las jornadas, prestaron testimonios madre y padre de la niña, las psicólogas de ambxs menores, y se sumó la declaración del Padre Jorge Duarte Paz quién narró lo que la abuela de las víctimas le había contado, y por medio del cual, también se descubre la presencia de testigos falsos. Tras catorce días, finalmente el tribunal conformado por los jueces Claudia Bressán, Santiago Banegas y Martín Gauna lo declararon culpable y fue condenado a 16 años de prisión.

Monzón se encuentra recluido desde el 20 de diciembre de dicho año en la Unidad Penitenciaria Nº10 en Santa Felicia.

Para Sandra Jofre, el juicio marcó un precedente “para toda la zona norte fue la primera denuncia contra una figura de la iglesia, era una madre luchando contra un poder hegemónico”, y lo que ello implicaba: amenazas contra la familia, el tratamiento ultrajante de los medios de comunicación locales para con las víctimas, el amedrentamiento por parte de la familia del acusado. Sin embargo, reconoce que el apoyo de infinidad de agrupaciones fue crucial, lograron reunir 120 adhesiones que fueron presentadas en aquella instancia y realizaron una vigilia en las afueras de tribunales cada día, sin importar el calor del norte santafesino, además mantuvieron constante comunicación con referentes dentro del país y otros países, así como también víctimas de delitos similares que acompañaron la causa.

Ella asevera que “muchas personas se pudieron dar cuenta que la Iglesia es una institución más, y que ha cambiado la impunidad con la que se manejaban”. Aunque desde la Colectiva reconocen que siempre están alerta, como por ejemplo, al presentar una carta a una radio que le concedió una nota al Padre Martini, quien aprovechó para saludar a Monzón por su cumpleaños, además de llamarlo cura, cuando ya no lo era, e intentar cuestionar la condena.

Desde la mirada de Andrea, lo acontecido es una herida que permanece abierta, si bien es reconocida por todas las agrupaciones por ser una luchadora incansable, ella considera que la única heroína es su hija, que pudo hablar a su edad: “Yo sólo la acompañé y la defendí como tendría que hacerlo cualquier madre”. Andrea se detiene sobre esto último para hacer referencia a los ataques recibidos desde el momento en que denunció a Monzón, ya que gente de la iglesia e incluso sus vecinos de toda la vida, le dieron la espalda. Sumado a esto, tuvo que afrontar la muerte de su madre, tras caer en un estado depresivo por lo acontecido con sus nietxs, “ella que era testigo clave, falleció antes del juicio, pero pudo alcanzar a declarar, hoy a cuatro años de su muerte me llega notificación del obispado, sobre la medida del Vaticano”.

Lo único que Andrea pide es que Monzón esté preso y que su condena no sea reducida. Tiene en claro que desea que su hija “jamás pise una iglesia, porque nos hicieron mucho daño”. Por el contrario, sólo tiene palabras de agradecimiento para todas las agrupaciones que estuvieron presentes con ella en cada jornada del juicio, las avalanchas de abrazos que recibió, al igual que mensajes en las redes sociales, muchos de víctimas, que nunca pudieron contar lo que vivieron.

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