Una cadena de alimentos con Travas y sin fallas

Una cadena de alimentos con Travas y sin fallas

Desde hace cuatro años la Comunidad Travesti Trans Rosario reparte módulos de alimentos todos los meses. La única excepción fue en mayo de este año en el marco del conflicto por los alimentos retenidos desde el gobierno nacional. En junio, tras una auditoría y numerosos reclamos, pudieron volver a entregar mercadería para 240 personas travesti trans, masculinidades trans y no binarias. Reveladas estuvo presente en la última jornada de entrega.

La Comunidad Travesti Trans Rosario (CTTR) realiza desde hace más de 15 años acciones y proyectos para mejorar la calidad de vida del colectivo LGBTIQNb+. Desde el 2020, en el contexto de emergencia sanitaria a partir del Covid-19, organizaron la entrega de alimentos a partir de las dificultades que atravesaba el colectivo. Laly Krupp, integrante de la organización, explica que frente al impedimento de no tener contacto físico quienes ejercían el trabajo sexual no podían trabajar, por lo tanto, no podían comprar alimentos.

Las cifras siempre fueron altas pero, actualmente, frente a una economía deteriorada la población travesti trans está en emergencia y pasaron de entregar 160 a 240 módulos por mes. La entrega para CTTR empieza cuando llegan a la puerta del local de PAR (Programa Andrés Rosario) cerca de las 6.30 de la mañana y acomodan el lugar. A las 7 empiezan a llegar los camiones. El primero es de comida seca, el segundo es de huevos y el tercero trae pollo y queso. A las 8 abren las puertas para la entrega y se encuentran ya con gente esperando “por la ansiedad y el hambre”, dice Laly.

La entrega está preparada como una cadena de producción con Travas y sin fallas. Cada módulo tiene 9 productos de alimentos secos (un paquete de fideos, uno de arroz, una leche en polvo, un paquete de azúcar, uno de harina, una lata de arvejas, un puré de tomate y un aceite) y otros tres productos que son un pollo entero, media docena de huevo y casi medio kilo de queso. Todo esto una vez al mes. “Me re sirve por el tema económico porque a veces no puedo conseguir el dinero para comprar y más ahora cómo estamos”, dice Laura luego de retirar su módulo. Ella tiene 45 años y como muchas sostiene que “todavía sigo trabajando del sexo, ya no tengo ganas de eso y sin embargo sigo haciéndolo”. La historia de Laura es similar a la de muchas y se repite.

Karla Ojeda recibe el bolso para meter los productos mientras que Morena García está anotando en una planilla quien se presenta, Laly está armando cada módulo y cada vez que arma cuatro o cinco repasa en una lista mental los productos para chequear que no falte ninguno. No pasan ni 15 minutos que comienza de nuevo. Desde que llegue Laly trabaja sin parar y cada tanto hace una pausa para “un mate de aguante”.

A las 10 de la mañana la fila es larga, hay más de 20 esperando. Están, se reconocen, se saludan y esperan. “Somos travas”, dice Karla porque algunas aparecen sin maquillaje. Las travas están en pleno centro de la ciudad a la vista de todo y de todes, con o sin maquillaje. Están en zona este y oeste, zona norte y sur. Máxima Zalazar dice que también llegan desde Granadero Baigorria y de Villa Gobernador Gálvez a retirar el módulo. Comenta que lograron tener un registro de las compañeras gracias a un trabajo que iniciaron Morena y Celina. Añade que cuando llegó la pandemia sabían aproximadamente quienes eran, donde vivían y cuál era su situación económica y sanitaria. Este listado fue creciendo cada vez más y cuando terminan la entrega chequean quien se acercó y quien no. “Cuando la otra no viene, una se preocupa”, dice Morena.

A medida que el sol está sobre nuestras cabezas, la fila aumenta aproximadamente de diez a veinte personas por hora. Se repite un beso entre Morena y otra trava. Un beso simple dice en su libro Una sospecha de maquillaje, un beso como si fuera una bendición, un beso tan político como sus existencias. Un beso de amor, de amor trava. Esto, también es la entrega de módulos. “El beso entre las travas es un desafío que transgrede la norma que dice que los besos solo se lo puedan dar los pakis. Con un beso de trava podes crear vida a otra trava, pero también te pueden matar, te pueden llevar presa”, comenta Morena García, autora del libro y aclara que “cuando digo trava me refiero al conjunto del colectivo LGBT, No bienarie o puto, marika e incluso un hetero practicante que no se siente parte dentro de ese binomio macho/hembra, que es paki”.

Laly no para, es un reloj con la reposición. Para un descanso llegó la Eve: “Vengo a echar una mano”. Y la cadena de producción continúa con travas y sin fallas.

“Si hay algo que nunca tuvimos fue vergüenza”, se escuchó por ahí.

Se asoman por la ventana a saludar, se asoman por la ventana para avisar que llegaron, se asoman por la ventana a ver como viene todo, a corroborar si hay todavía alimentos, se asoman por la ventana para saber si van a llegar con los módulos porque a veces llegan nuevas personas de la comunidad a buscar.

Actualmente, están recibiendo a masculinidades trans y a no binaries. También, vuelven las que consiguieron trabajo estos últimos años, la plata no alcanza y las travas son las primeras que lo saben. “Las compañeras que ingresaron a la UNR a través del cupo laboral se acercan a buscar el modulo porque no llegan a fin de mes”, comenta Máxima.

“Siempre agradecide, cuando vengo les traigo una atención, una torta o bandeja de sándwiches”, dice Seba que llegó con una rosca hojaldrada. Con mucha alegría expresa que “hace muchos años me conocen, es mi forma de ser, es como un agradecimiento por todo lo que hacen ellas por nosotros, con las chicas”. Seba antes de irse con el módulo a su casa comparte: “siempre nos ayudan, siempre están peleando para que todos los meses podamos tener el bolsón de mercadería”. Seba tiene 45 años y actualmente está sin trabajo, se dedica a cuidar personas mayores y comenta que “hace muchos años dejé la prostitución. Estuve trabajando en una panadería 14 años y después me costó volver a conseguir empleo”.

En cada entrega se termina viendo que “todas somos iguales, más allá de las oportunidades que algunas puedan tener respecto a los trabajos o la posibilidad de estudiar”, explica Máxima y remarcó que la entrega de módulos “es un punto de encuentro donde nos vemos donde preguntamos y nos enteramos  de lo que nos sucede: ´che no va a venir tal persona porque está con gripe o porque no se siente bien´ y aprovechamos para ver qué podemos hacer por esa compañera, si alguien la puede ir a ver, si la vamos a buscar.” Es evidente que todo el trabajo que hace la Comunidad Travesti Trans es una gran red de contención.

A las 13 la entrega finalizó y no hay más fila. Se limpia el salón donde estaban repartiendo, se consulta si vino tal o si hay que llamar a alguien para saber porque no se acercó. En caso de encontrar respuesta a la ausencia de una compañera “tratamos de buscar los recursos que tenemos para abordar la situación que se presente y nos enteramos el día de la entrega”, declara Máxima. Y añade que el trabajo de contención para algunas problemáticas lo realizan en conjunto con el Programa Andrés y los lugares donde trabajan, el Ministerio de Salud de la provincia o la UNR.

Comunidad Travesti Trans Rosario es pionera en solicitar un agregado sobre el concepto de ancianidad trans a la Ley Provincial 5110, es decir en la modificación de la ley se considera anciana a una persona trans mayor de 35 años, esto se debe a la expectativa de vida de la población. Además, recientemente lograron la aprobación de la Ley de Reparación post dictadura para sobrevivientes travesti trans. Y un dato no menor, presentaron el proyecto para el Cupo Laboral Travesti Trans Alejandra González de la UNR, que cuenta con más de 20 personas trabajando. Este recorrido de muchas conquistas es altamente admirado en otras ciudades, incluso el trabajo mensual que hacen con la entrega de alimentos. Respecto a este último punto, Michelle Vargas Lobo (Miya) expresa: “nos vienen recortando la mercadería, la calidad y la cantidad de los alimentos. Tuvimos que insistir porque las últimas veces no nos garantizaban que entreguemos, en mayo no pudimos, entregamos en junio porque también hubo toda una movida como organización de reclamar al Estado Nacional”.

Miya sigue reflexionando sobre la importancia de que en otras localidades de la provincia se organicen para relevar las necesidades de su comunidad y que puedan encontrar estrategias para abordar las situaciones a través de los diferentes niveles del estado. Para cerrar indica: “No hay fórmula mágica, todo es organización, estrategias y resistencia ante esta situación”.

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