Orgullo de ser: mujer, lesbiana y mecánica

Orgullo de ser: mujer, lesbiana y mecánica

“Es mi mundo y no hay razón para ocultarlo. ¿De qué sirve vivir, si no puedo decir: ‘Soy lo que soy’?”, canta popularmente Sandra Mihanovich, basándose en “I am what I am” de Gloria Gaynor, pieza que vio la luz a comienzos de los ’80.

En el marco del Día Internacional y el Mes del Orgullo LGBTQ+, en Reveladas conocemos la historia de Arely “Copito” Ubilla, una joven que enmarca su vida en un antes y un después de su contacto con la bicicleta. Este medio, además de transportarla a ella, moviliza sus sueños, su lucha y su activismo. Ser mujer, lesbiana y mecánica no es fácil, es “una lucha diaria”, según sus propias palabras, en donde las leyes escritas nunca serán suficientes si no hay una deconstrucción social que acompañe y celebre las conquistas legales.

“Con la bicicleta se puede llegar a mucha gente, a tener un activismo más amplio. Es una muy buena herramienta para que las mujeres nos podamos empoderar, sobre todo por el temor que hay en cuestión de tomarnos un taxi, un colectivo… La bicicleta hace todo más ameno”, indicó.

La lucha en dos ruedas

“Desde la adolescencia empecé a relacionarme con la bicicleta hasta que, finalmente, se convirtió en mi estilo de vida. A su vez, hay un antes y un después de mi paso por el bicipolo, me afiancé y encontré mi rumbo con este medio de transporte ecológico, seguro y liberador”, describió.

El bicipolo es un deporte que se rige por la impronta de la ecología, del cuidado al medioambiente, así como de los animales -puesto que reemplaza el icónico caballo por la bicicleta-. En Rosario, quienes se desempeñan en esta disciplina están dentro de la Asociación Civil Club Camorra BikePolo, del cual Arely fue presidenta (en su momento, la única presidenta mujer de los clubes de este deporte a nivel mundial, un hecho que también visibilizó el rol de las mujeres en este deporte, invitando a participaciones más activas y comprometidas).

“A partir de empezar a jugar, quise aprender a reparar la bicicleta y lo logré a través del contacto con gente que estaba constantemente arriba de la bici. Me hice amigos mecánicos y con su ayuda logré no depender más de otra persona cuando tenía algún problema con mi bici. Hoy ya estoy en mi propio taller y quiero enseñarle a otras mujeres porque realmente da mucha libertad. Yo perdí muchos miedos gracias a esto, me sentía desprotegida por ser mujer y lesbiana a nivel social. Lo que no me dio la sociedad, me lo dio la bicicleta”, refirió, a la vez que contó que cuando la situación sanitaria lo permita, se pondrá en marcha su dictado de talleres en cárceles de mujeres.

Retomando con su paso como presidenta de la Asociación, la joven comenzó a capacitar a sus compañeres invitando a distintes referentes de movimientos LGBTQ+, aggiornándose todes a su vez sobre cuestiones de violencia de género para evitar episodios de esa índole.

Herramientas que empoderan

No todo fue sencillo y feliz. Arely comenzó a trabajar en el área de mantenimiento de Mi Bici Tu Bici, el sistema de transporte público de bicicletas de la ciudad de Rosario. Con mucha felicidad y herramientas ligadas al conocimiento y al quehacer en su rol de mecánica, el paso de la joven por “el galpón” terminó siendo infernal.

“Me tuve que ir de ese lugar por la violencia que un compañero ejerció contra mí en ese espacio. Él era mi coordinador y todo el tiempo me atacaba por ser mujer y lesbiana y, como una especie de agravante, ser mecánica. No me quería ahí. Llegó un momento en que el hartazgo me sobrepasó y renuncié”, relató acongojada.

Si bien tenía decidido irse, esa situación aceleró el proceso. Junto a ella, renunció Mateo, su amigo y compañero devenido en socio de su propio taller de bicicletas.

Hoy, su emprendimiento “Le tallercite” (Instagram @le_tallercite), le permite ser su propia jefa y evitar lidiar con ese tipo de situaciones que le dejaron una marca profunda. “A veces me da miedo pensarme en otro trabajo, en el trabajo con otras personas, no quiero que vuelva a pasarme lo mismo”.

Pensar en su historia y en cómo debió afrontar lo que le pasaba, la hace reflexionar sobre todo lo que aún falta por hacer: “En esa empresa donde trabajaba, supuestamente era la primera vez que pasaba un caso así, entonces no había ningún tipo de protocolo para acompañarme y frenar eso que estaba pasando. Fue fuerte vivirlo y es muy triste que se tengan que atravesar esas situaciones para que los lugares de trabajo empiecen a replantearse la posibilidad de dar capacitaciones en género y saber afrontar este tipo de cuestiones si una trabajadora sufre algún tipo de violencia”.

Contagiar el activismo

Además del taller, Arely es bicimensajera junto con dos amigas más. Entre las tres armaron “Bicimensajería Las Monas” (Instagram @bicimensajeria.lasmonas) y una de las premisas que tienen es la de educar socialmente a quienes se acercan por sus servicios. Lo mismo hace cuando, al llegar al taller, un cliente varón automáticamente busca hablar con su compañero Mateo, naturalizando un no-saber por parte de ella o viendo casi imposible la posibilidad de que ella sea una de las mecánicas del lugar.

“Al principio me molestaba ese ninguneo, pero después entendí que era una cuestión de naturalización que hay en la sociedad respecto de ciertos trabajos comandados por mujeres”, expresó. Y diferenció: “De hecho, nos pasa que las mujeres clientas sí vienen directamente a hablarme a mí, o nos hablan a los dos. Es una lectura desde la visión de los hombres la que, generalmente, hay que deconstruir”.

Por todo ello, la joven se propuso ir ella misma a recibir a quienes llegan al taller, tomarse unos minutos para charlar, y hacer lo propio en la bicimensajería: “Trato de tomarme el tiempo, sobre todo con las chicas, porque creo que hablar de estos lugares que ocupamos puede invitar a que otras chicas empiecen a imitar eso y realmente empezar a hacer lo que se propongan, dejando el miedo de lado”.

Y agregó: “Me encantaría que Rosario se llene de mecánicas mujeres y que sea natural vernos ahí o en cualquier puesto de trabajo: bombera, chofer, mecánica. Que deje de ser una lucha algún día”.

(@bicimensajeria.lasmonas)

Orgullo de ser

El Día Internacional del Orgullo, enmarcado en el Mes del Orgullo, es más que especial. “Representa mucha felicidad para mí. Siento que está bueno que exista un día para expresarse, expresar metas a nivel colectivo, seguir visibilizando. Esa hermandad y ese amor que se respiran este día en el mundo me generan mucha felicidad. La verdad es que es muy loco tener que luchar para que la sociedad o la gente te acepte sólo porque te sentís diferente a lo esperado o tenés una orientación sexual que a la sociedad no la convence”.

Sobre sí misma, describió: “Estoy orgullosa de ser mujer y lesbiana, es un camino que no hubiese podido transitar sola y por eso también me da mucho orgullo la gente que me rodea: mi mamá, mis amigues”. Orgullo que atraviesa la cuerpa, el trabajo, los hobbies, los vínculos, y viaja en bicicleta a contagiar a otres. Orgullo que no es solo, que necesita seguir enorgulleciendo a toda una sociedad que debe, cada vez más, abrirse a mirar más allá del propio ombligo y convicciones. Donde las leyes dejen de ser un simple escrito para materializarse en Educación Sexual Integral, en respeto y en oportunidades.

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