Obrera de las letras

Obrera de las letras

La revolución feminista impregnó todos los campos de la vida, y la literatura no permaneció ajena a este giro copernicano. Durante el último tiempo, se empezaron a conocer los nombres de mujeres que a lo largo de la historia resistieron con la pluma a los mandatos culturales, y también una nueva generación que está poniendo en palabras lo que permaneció oculto durante tanto tiempo. Este es el caso de Lucía González, una joven poeta de Rosario que se define como una “obrera de la poesía”, con el objetivo de “profundizar la idea de la construcción y reivindicar que el arte es un trabajo, porque siempre está asociada al ocio”. Esta joven ya editó su primer libro, y en este momento trabaja en varios proyectos de redacción colectiva, e insiste con la idea de que a las mujeres todavía les cuesta ocupar espacios dentro del campo literario.

Lucía González tiene 29 años, nació en Paraná, Entre Ríos, pero la mayor parte de su niñez la vivió en La Paz, una pequeña localidad que limita con Corrientes; y durante esos años su lugar más importante en esa ciudad entrerriana fue la biblioteca popular. “Mis padres tenían una condición bastante humilde, trabajaban varias horas y mi casa era muy chica y no había espacio para bibliotecas. Por eso, siempre le voy a agradecer que hayan tenido el gesto de hacerme socia de la biblioteca del pueblo a los 8 años. En casa se leía el diario o algunos libritos, creo que mi interés viene por ese lado y también porque yo bailaba folclore en el edificio de la biblioteca, entonces pasaba y veía todos los libros”, relató.

A partir de entonces comenzó a ir todos los días a leer y siguió con ese hábito durante su adolescencia, ya que era “una persona muy solitaria”. De esos años recuerda: “Era muy piola la chica que trabajaba ahí y me enseñó incluso a fichar. Me acuerdo de los libros ordenados, de la estructura y del olor a madera vieja. Paralelamente, también empecé a escribir, leía y escribía, obviamente cosas que ahora me parecen espantosas porque estaban relacionadas con el amor súper romántico”. Pero sin dudas, uno de los hitos fundamentales en su recorrido fue haber tenido una profesora de literatura “joven y generosa”: Gabriela Olivari.

“La Gabi nos hacía hacer ejercicios de leer libros y comentarlos, y una vez después de un trabajo me agradeció mucho lo que había hecho, me lo marcó y eso para mí fue importante, porque me hizo pensar: capaz soy buena para esto, o nose si soy buena pero ahora sé que me gusta. A partir de ese momento me empezó a dar lecturas aparte, tuvo mucha dedicación hacia mí, inclusive después empecé a participar en talleres y hasta gané un concurso literario”, contó la joven poeta. De esos años, los libros que marcaron a Lucía fueron: «La razón de mi vida, la leí como a los diez años, no me acuerdo tanto de entender el libro, pero me había parecido re atrapante, leer Alejandra Pizarnik también fue revelador, y otro que me marcó fue Boquitas pintadas de Manuel Puig, además para mi hablaba de La Paz, narraba un pueblo con esas características”.

Molares y Moleculares

Cuando terminó la escuela secundaria, Lucía viajó a Rosario, comenzó a estudiar psicología y también continuó realizando talleres literarios. “Uno de los talleres más importantes que realicé fue con Tomás Boasso. Después empecé a militar y paradójicamente no escribí más por un tiempo, quedé como bloqueada, solo retomé cuando abandoné la militancia porque paralelamente inicié un proceso para encontrarme conmigo. Hice otro taller con Daiana Henderson y ahí ya venía pensando la idea de armar un libro; finalmente lo diseñé con Beatriz Vignoli”.

De esta forma, nació Molares y Moleculares, la primera obra de Lucia González editado por La ciudad de las mujeres, una editorial independiente de mujeres que realiza encuadernación artesanal. Sobre esta producción, Lucía contó: “Son poemas feministas y peronistas, en la primera parte del libro hay poemas que son más banderas políticas, y en la segunda algunos que no dejan de serlo, pero van más a los detalles. Mi frase preferida es: El amor está en los detalles, y se relaciona con esta cosa de tocar los libros, observarlos, me gusta analizar los movimientos, para el libro puse no solo mis poemas sino también mi tiempo y cuerpo. El libro ya se terminó y creo que no voy a editar más ejemplares porque ya estoy pensando en otros proyectos”.

Y agregó: “En este momento lo que necesito para escribir es tiempo, y sobre todo no perderme, tener la capacidad de estar atenta y no perder la capacidad de asombro, que no es lo mismo que ser contemplativa, sino que se trata de estar atenta a los detalles. Yo no necesito silencio para escribir, antes inclusive escribía en los boliches, también me pasa que ahora escribo cuando leo”.

Lucía González

La voz de las mujeres

A pesar de que numerosas mujeres se han dedicado a lo largo de la historia a la literatura y poesía, Lucía reconoce que, como todo, este campo también ha sido atravesada por concepciones machistas, en tanto “hay un prejuicio en relación a la poesía y la mujer, como que es una rama que está vinculada exclusivamente a nuestro género porque es ‘el ser más sensible y romántico’, se cae en un lugar común. Por otra parte, también me gusta reivindicar que se dice poeta y no poetiza, porque este segundo es un término que se ha creado para desvalorizar nuestra tarea: el hombre es el poeta y la mujer la poetiza, cuando en ambos casos la palabra correcta es poeta”.

“Este último tiempo han aparecido más nombres de mujeres, pero la gran mayoría del espectro siguen siendo hombres, si se piensa en el boom latinoamericano resuenan nombres como Cortázar o Puig; y después tenemos a poetas como Alicia Eguren, que era una zarpada militante y poeta pero se la conoce por ser la esposa de John William Cooke. A los hombres se los ha reconocido con más facilidad por su obra, a las mujeres les ha costado mucho más”, reflexionó.

Por tal motivo, la poeta sostuvo que “no creo que una mujer esté reservada a hablar sólo cuestiones de mujeres”, pero aún es necesario remarcar cuando una obra está escrita por una mujer ya que “todavía estamos muy calladas”. Además, “hay que reconocer que, si entendemos que la escritura tiene que ver con la cultura y un bagaje histórico, las mujeres no vamos a escribir de la misma forma que los hombres porque nuestra posición es otra, así como tampoco lo va a hacer igual una mujer que se considere feminista y otra que no. Lo que sí puedo decir es que en este momento leo a más mujeres que hombres, lo mismo me pasa con la música u otras artes, creo que llegó nuestro momento y hay que potenciar esas voces”.

Lucía González

Futuro colectivo  

Consultada sobre los proyectos en los que está trabajando actualmente, Lucía explicó que forma parte de una nueva web feminista llamada Akelarre, integrada por mujeres de distintos campos académicos, donde su tarea será trabajar sobre poemas de otras poetas, sin importar que estén editorializadas. Por otra parte, “junto con otras compañeras estamos proyectando una especie de editorial para hacer publicaciones periódicas, y también estoy pensando en otro libro”.

“Siento que estamos inmersxs en un proceso político donde los cambios son muy rápidos y, en esta etapa, y también atravesada por el feminismo, me interesa trabajar con otras mujeres, es decir, apunto a lo colectivo. Sigo creyendo que tengo algo para decir, y me gusta pensar que se lee de a dos, porque no se es sin la otra persona, cuando se escribe y se lee se genera una conexión mágica y hasta azarosa. Además, también estoy dando talleres, que es otra tarea que me conecta con lo colectivo; durante el camino me he encontrado con gente muy amorosa que me ha donado su saber y ahora quiero retribuir eso”, explicó.

Para finalizar, Lucía remarcó el compromiso social que para ella deben tener quienes escriben. “Para mí no se puede decir cualquier cosa, las palabras son muy significativas y cuando escribo le doy mucha importancia a eso porque uno no sabe quién puede estar del otro lado. Creo que un poco por ahí viene la relación con estudiar psicología: me posiciono desde el psicoanálisis porque sé que las palabras curan. Creo que la política y la escritura están basadas en la responsabilidad de la palabra”, cerró.

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