Nuevas maternidades conviviendo entre viejos derechos

Nuevas maternidades conviviendo entre viejos derechos

Convertirse en madre implica una transformación. No solo del cuerpo, las emociones y las nuevas responsabilidades. También en la identidad. En los “soy”. El deseo se abre paso para dar lugar a la posibilidad de concreción. El contexto facilita o entorpece con posibilidades o trabas. Y la construcción de esas nuevas estructuras empieza a caminar en conjunto la nueva vida familiar.

En la actualidad, lo tradicional establecido abrió paso a nuevas conformaciones que poco a poco se convierten, nuevamente, en aquello instituido. Una madre y sus hijos. Un padre y sus hijos. Dos padres y sus hijos. Dos madres y sus hijos. Entre tantas otras construcciones.

La historia de Ale, Neri, Mateo y Maite pone sobre la mesa la concreción de dos mujeres casadas con la posibilidad certera de dar a luz a sus dos hijos. El acompañamiento integral desde lo médico y lo humano permitió que sus gestaciones fueran agradables, aunque con una gran e insistente preocupación: las licencias.

Licencia por ¿paternidad?

La existencia de dos madres parecería no tener lugar en una ley que últimamente modificada continúa olvidando las nuevas construcciones familiares. De hecho, el Proyecto de Ley Cuidar en Igualdad ni siquiera tuvo lugar a su tratamiento y, dentro de sus lineamientos, subrayaba la necesidad de las licencias para personas no gestantes sin siquiera aludir al género de quien acompaña a la pareja que sí gesta.

Actualmente y desde hace varios años, la licencia de quien acompaña a su pareja gestante figura bajo el nombre de licencia por paternidad e implica 48 horas de licencia tras el parto, según detalló la abogada Sofía Torregiani. Una falta de registro hacia las necesidades reales tanto de madres como de padres e hijos, y que continúa luchándose por su ampliación. “En sólo 48 horas es imposible acompañar y sostener adecuadamente a la pareja que acaba de parir”, indicó la experta, quien resaltó las cuestiones biológicas y psicológicas que requieren de un sostén olvidado por la ley.

Por otra parte, la licencia por paternidad en una familia constituida por dos madres imprime una figura legal que las deja por fuera. En el caso de Neri, tras el nacimiento de Mateo a través de Ale, no pudo cumplir con la licencia deseada a raíz de ser personal de salud y que el mundo se encuentre atravesando una pandemia.

“Yo presenté los papeles para solicitar licencia cuando Ale estaba embarazada de cinco meses, pero por la situación mundial hubo toda una dilatación. En el hospital donde trabajo me dijeron que me correspondía una licencia igual a la de los padres, por lo que me dirigí al Ministerio de Salud en Santa Fe y con una nota abrí un expediente. Sin embargo, cuando Mateo nació yo todavía seguía sin una resolución de mi licencia. De todos modos, yo me había guardado mis vacaciones, pero por la pandemia no nos permitían más de 15 días”, recordó Neri. Para el bienestar de la familia, a los 15 días de nacido Mateo llegó la resolución de una novedosa licencia que abarcaba tres meses.

En mi caso, cuando fui al Ministerio de Educación provincial, también me dijeron que me correspondía una licencia de padre. Pero yo les cuestionaba que me den una licencia de padre si no lo soy. Una mujer que estaba escuchando me sugirió presentar una nota firmada por la directora de mi escuela y abrir un expediente donde se detallaran cuestiones similares a las que Neri hizo en su momento”, mencionó Ale. En diciembre de 2023, con un cambio de gobiernos y gestiones, el expediente “que estaba a punto de salir volvió para atrás”. Cuando Maite nació, Ale continuaba sin noticias ni licencia, por lo que debió volver a trabajar.

Y añadió: “Maite nació en enero y yo debía volver en febrero. A mi cuarto día laboral me llamaron desde Santa Fe para retarme y preguntarme por qué estaba trabajando. Ahí me informaron que me correspondía la licencia por nacimiento, pero fue todo de palabra. Finalmente, la licencia salió, pero solo en uno de mis dos puestos de trabajo”.

“Es algo complejo porque desde lo legal nadie avala esta situación”, subrayó Neri. Fue y sigue siendo un caso fuera de la ley, contemplado por el artículo 60, que implicó que ambas, cada una a su tiempo, deban solicitar, reclamar y esperar. De hecho, al momento de firmar el expediente, a Ale le informaron que “a partir de ahora ese tipo de licencias ya no se da más”.

El proceso de maternar y acompañar

“Siempre tuvimos en claro que ambas queríamos ser mamás y ambas teníamos el deseo de gestar. Estamos juntas hace más de diez años, nos casamos y luego comenzamos a materializar este deseo”, comentó Ale en diálogo con Reveladas.

Este paso legal permitió que el pasaje por los tratamientos de fertilidad sea más sencillo de llevar. “Hay una diferencia con la cuestión legal, porque no es lo mismo estar en concubinato o de novia que casada”, subrayó Neri.

Tras una primera consulta sobre la temática en un centro médico especializado en reproducción, ya que la ginecóloga de ambas es especialista en fertilidad, decidieron comenzar el tratamiento. “Averiguamos cómo arrancar, qué presentar, y cómo ir llevando adelante el procedimiento. Lo positivo es que siempre estuvimos muy contenidas y acompañadas desde lo médico”, recordó Ale.

Sería ella quien gestaría primero a raíz de una organización laboral de la pareja. Neri se desempeña en el ámbito de la salud y Ale es docente y boxeadora. Sobre el inicio del procedimiento, Ale expresó: “Para llegar a Mateo hicimos tres tratamientos, yo necesitaba sí o sí de alta complejidad a raíz de las características de mi cuerpo -un tratamiento de alta complejidad implica colocar un óvulo fecundado artificialmente directamente en el útero de la persona gestante-. Allá por junio de 2018, cuando comenzamos, teníamos la idea de que se coloque el óvulo fecundado de una en el cuerpo de la otra, pero en ese momento no estaba legalizado ya que se tomaba como ovodonación y la misma debía ser un procedimiento anónimo”.

En la primera extracción de óvulos y posterior inseminación de los mismos, no hubo resultados positivos. Esto hizo que el procedimiento vuelva a comenzar. “Para ese segundo intento, ya se había legalizado que estando casadas se podía hacer una ovodonación en la pareja”, indicó Neri y subrayó: “Esto igual implicaba empezar literalmente todo de nuevo, por lo que la ginecóloga nos habló y recomendó estar tranquilas, nos hizo entender que los hijos que tengamos serían de las dos aunque solo una lo geste. Así avanzamos con los óvulos que habían extraído de Ale para usar en su propio cuerpo”.

En esa segunda extracción, con diez nuevos óvulos y ocho inseminaciones, el proceso dio como resultado tres óvulos fecundados correctamente. De esos tres, el primero en probarse no “prendió”. Dicho proceso implicó un gran estrés para Ale, cuya ansiedad se sumó a decidir no participar de una pelea de kick boxing para dedicarse de lleno al procedimiento. “Creo que me generé mucha presión”, reconoció.

Por recomendación médica, un nuevo intento debía ocurrir con al menos tres meses de distancia con el anterior: “Casualmente también tenía que pelear, pero hablamos mucho con Neri y acordamos en que vaya igual, que despeje la cabeza. Me hice todos los pasos previos a la transferencia y al día siguiente de pelear se concretó ese gran paso con éxito. Así llegó Mateo en 2020. Sí, en plena pandemia”.

Mellizos con tres años de diferencia

Con un primer óvulo fecundado que no resultó, un segundo devenido en Mateo y un tercero a la espera de ser utilizado, pasaron tres años. Esta vez, quien gestaría sería Neri. “En mi caso, solo debí ponerme una hormona tres días antes del tratamiento e inmediatamente quedé embarazada usando ese óvulo fecundado que había permanecido congelado. Meses más tarde, nació Maite”, recordó.

“Son mellizos con tres años de diferencia”, dicen ambas. En la actualidad, Ale y Neri continúan solidificando su familia y comparten la crianza de sus niñxs, uno de 4 años y otra de 8 meses de edad. Con la posibilidad de que “a excepciones” y con artículos que entre sus grises permiten las maternidades gestantes y no gestantes con sus correspondientes derechos; las historias se multiplican y solicitan ser escuchadas, escritas y sostenidas.

Las familias no sólo requieren del reconocimiento social y médico. Lo legal continúa siendo un motivo concreto de lucha que se unifica con la necesidad de extender las clásicas licencias en pos de abrazar las necesidades concretas de quienes atraviesan los procesos de partos, pospartos y adaptaciones. El caso de Ale, Neri, Mateo y Maite es uno entre miles; aunque uno de los pocos que, hasta el momento, logró conseguir una pequeña contemplación ante los sordos oídos de quienes escriben las leyes.

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