«Nuestra misión es armar una red con el Estado»

«Nuestra misión es armar una red con el Estado»

El feminismo -en sus distintas vertientes- representa uno de los movimientos más convocantes y transformadores de las últimas décadas. Su expresión más visible son las manifestaciones multitudinarias, pero detrás de ellas hay rabia y deseo de cambio que se traducen en proyectos concretos. Esta situación se reproduce en las grandes urbes, pero también en localidades más pequeñas donde mujeres y disidencias luchan para cambiar una realidad desigual a pesar de las múltiples trabas que se encuentran en el camino. Desde Reveladas presentamos la sección #Militancias, un canal de expresión para contar las historias de trabajo organizado de la región.

Durante la situación crítica del aislamiento sanitario (ASPO) fueron múltiples las agrupaciones militantes y con fines solidarios que se forjaron a lo largo del país, allí donde las necesidades y las demandas aumentaban a la par de la pandemia del COVID 19. Una vez más, la organización salió a darle batalla a la urgencia y este es el caso de un grupo de mujeres de Villa Gobernador Gálvez. Aunque ellas tienen un camino previo de militancia política, entendieron que se requería en esta ocasión de un espacio que tuviera como eje central las demandas feministas: “Nos organizamos conversando entre todas, a partir de los casos de violencias de género que se fueron sucediendo y sentimos que nosotras como militantes debíamos ayudar”.

Así fue como María Belén Echeverría, Cristina Echeverría, Isabel Berisso, Jazmín Echeverría, Julia Miernobo, Aldana Maschio, Agustina Zapata y Nancy Zurita dieron origen al Movimiento Mujeres en Lucha VGG. Desde entonces, el espacio brinda tareas de asesoramiento frente a situaciones de violencia de género, así como también consejerías vinculadas a la Educación Sexual Integral, impulsada por las más jóvenes tras capacitarse y desarrollar sus propios folletos como herramientas de difusión.

El comienzo no fue nada fácil: “Nuestros teléfonos estallaban por diferentes situaciones de violencia y más en un contexto de encierro”, afirma Belén y detalla que “las mujeres estaban shockeadas, y primero debíamos calmarlas para escucharlas y empezar con el acompañamiento. Siempre nos manejamos con mucho respeto y precaución hacía las víctimas”. Cada charla telefónica duraba alrededor de una hora, dependiendo el caso, ya que en instancias urgentes -aún en tiempos de ASPO- acudían personalmente al domicilio. “Llegábamos antes que la policía”, se sincera Jazmín. “Permanecemos comunicadas entre nosotras en estos casos, por tal motivo elaboramos un protocolo para delimitar hasta donde llegamos como grupo, porque las chicas han sufrido amenazas”, dice Isabel.

El programa de acompañamiento está en permanente contacto con el Área de Género de VGG dado que, en casos puntuales, se encargan de derivarlas hacia allí, por ejemplo, cuando hay que tramitar un botón antipánico o solicitar una prohibición de acercamiento. “Nuestra misión es armar una red con el Estado, para que acompañe a la compañera y pueda ser contenida. A veces sucede y en otras ocasiones no”, reflexiona Belén. Según explican, a diferencia de Rosario, en los Centros Territoriales de Denuncia no hay un equipo interdisciplinario, y en varias ocasiones se niegan a tomar la denuncia. Es por ello que ante esas situaciones las militantes se ponen en contacto directamente con el Área de Género.

ESI para decidir

Tras comenzar a liberarse las restricciones impuestas por la pandemia, se fueron diseñando estrategias para aquellas mujeres – madres en la mayoría de casos- que debían afrontar la salida de esa “tormenta de violencia”. Y fue así como comenzaron a brindar capacitaciones en oficios, espacios de contención y recreación a partir del programa provincial Santa Fe Más, que contempla el rango etario de 16 a 30 años.

Por su parte, la Consejería de ESI es llevada a cabo por las más jóvenes. Jazmín, como referenta, cuenta que dan talleres en diferentes barrios sobre las temáticas de violencia de género, educación sexual, placer y sexualidad; por medio de contactos con referentes barriales. Asimismo, las jóvenes cuentan con el acompañamiento de otros actores sociales, ya que en cada visita a un barrio se coordina con los centros de salud de la zona para que un médicx y/o enfermerx pueda acudir al taller, a modo de resolver inquietudes del ámbito estricto de la salud. “Al final entregamos folletos que diseñamos en donde se brinda información: dónde hacerse un test de VIH, números para realizar denuncias por violencias, entre otras cuestiones. Partimos de la premisa que en muchos de estos barrios populares la información es nula”, afirma la joven.

En el rostro de estas mujeres puede verse el entusiasmo que brota tras ser consultadas por las metas a conseguir. El objetivo primordial, es el Centro de Día. El propósito de estos centros -tienen proyectos presentados en Rosario, VGG, y Pérez-  es que mujeres y disidencias puedan formarse en talleres de oficios a partir de un “aula modelo”, que funcione a su vez como lugar de trabajo para quienes padecen violencia económica por parte de sus exparejas.

Otro de los anhelos es constituirse como promotoras territoriales: “Queremos llevar nuestros conocimientos a chicas de otros barrios, empezar a trabajar la formación, que puedan armar sus propios grupos de WhatsApp, y pasarles nuestros conocimientos, garantizando el derecho a la información y las herramientas necesarias”, sintetiza Belén. Firmes, organizadas y en constante alerta este colectivo se compromete con la realidad barrial levantando las banderas del feminismo popular y la justicia social.

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