“No sé si me imaginé ser mamá. Sí hubo un deseo, con mi compañero de vida, de pensar en una familia, porque si bien con él ya lo somos hace 26 años, en su momento especulamos en ampliarla… Y empezamos a pensar en alguien que nos necesite”. Karla Ojeda tiene 51 años, es compañera de vida de Miguel Ángel y, desde 2018, mamá de Agustina.
En aquella biografía que difunde a través de un documento de Word, allí donde cuenta todos sus trabajos coordinando y acompañando distintos espacios para niñeces, adolescencias y adulteces, así como en la Universidad Nacional de Rosario; escribió: “Creo profundamente en otras formas de maternar, que es el maternar trava. Un maternar que no cumple con ningún mandato social impuesto”.
Caminar hacia la maternidad
Convertirse en xadres junto a Miguel fue la frutilla del postre para todo un camino que fue cocinándose a fuego lento entre trámites y papeles. A partir de 2015 y con el cambio en el Código Civil y Comercial que permitió que la comunidad y la disidencia pudiera inscribirse en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (RUAGA); la pareja realizó los procesos pertinentes en cuanto a documentación y evaluaciones. El inicio fue ese mismo año. El deseo comenzaba a solidificarse.
Más que pensarse en ella como mamá, en ese momento su gran interrogante tenía que ver con cómo podía ser esa infancia “que iba a llegar a casa”. Entre esos cómo y esos quién, aparecía la posibilidad de un rango etario que debían completar dentro del formulario del Registro. “Estamos tan atravesadas por este sistema, tan normalizante, que incluso pensar en una edad que una quiere lleva a suponer que Niñez es una fábrica de bebés”, reflexionó en diálogo con Reveladas.
Con el correr del tiempo, fue la misma institución la que comenzó a indagar por la posibilidad de que la pareja amplíe el rango etario deseado: “Pasamos de buscar de 1 a 5 años, a buscar de 1 a 7. Estábamos con mucho temor y prejuicios. Uno de los más resonantes es que ‘con 7 años ya vienen formados, con un pensamiento”.
Mientras el tiempo pasaba y los formularios continuaban ese ida y vuelta entre el completar y volver a entregar, Karla y Miguel no se quedaron sentados esperando. “Hicimos mucho trabajo de acompañar. No era una colaboración, porque realmente acompañábamos dentro de los hogares. Hubo una preparación, buscar información sobre cómo funcionan los hogares, ver en dónde realmente estaban alojados les niñes allí. Acompañamos hogares en San Lorenzo, en Pueblo Esther, y compartíamos con les niñes”, nos contó.
Fue tal la confianza y entrega que el compartir ya se había vuelto sumamente cotidiano: “Fue una manera de conocer cómo sería maternar yo, paternar Miguel. Y así fueron pasando un par de años hasta que nos llegó una noticia”.
Una señora travesti quiere ser tu mamá: los prejuicios y el cis-tema
En 2018, el RUAGA le informa a la pareja la existencia de una niña de 11 años que estaba en adoptabilidad. “Para ese entonces ya habíamos extendido el rango etario hasta los 9. Con Miguel nos miramos y pensamos ‘si pasamos de 5 a 7, de 7 a 9, ¿cómo no íbamos a pasar de 9 a 11?”, recordó. Y subrayó: “Íbamos a ser les mismes xadres con cualquier edad del niñe”. La niña de 11 era Agustina, su Agustina.
“Ahí hubo un proceso que me enteré después. Las entrevistas del RUAGA, Niñez y sus funcionaries, más la directora donde se encontraba Agustina, llamaron a un psicólogo especialista en género, porque yo siempre di a conocer mi identidad como travesti. Lo llamaron para ver cómo decirle a Agustina que había una señora travesti que quería ser su madre”, relató sorprendida.
“No sé cuál habrá sido la conversación, pero cuando a la directora del hogar le tocó informarle a Agustina que había una señora travesti, PERO QUE ERA TRAVESTI, y quería ser su mamá; Agus le dijo ‘si ella quiere ser mi mamá, quiero ser su hija’. Y fin de la cuestión”.
“Todo eso que se había preparado como información, con un especialista en género, realmente me parece super prejuicioso. Hay una desinformación total que tiene que ver con varios factores, pero principalmente que un lugar como RUAGA y Niñez no tienen registro de lo que es una identidad, y lo que es una travesti. ¿Por qué llaman a un psicólogo en género y, de última, no a una travesti para conocerme? si me tenían a mí todo el tiempo entrevistándome, me podían preguntar lo que quisieran”, resaltó.
Todo eso resonó en su identidad como militante. En su trabajo con niñeces y adolescencias, Karla conecta con la claridad y transparencia que atraviesan y definen lo que se quiere decir: “No fue una cuestión relativa a mi identidad lo que hizo que Agus elija venir o no venir conmigo. Decir ‘yo quiero ser abrazada y abrazar yo también’, independientemente de la identidad de esa mamá”.
Los grandes, en tal caso, fueron quienes sintieron que debían hacer aclaraciones. El prejuicio está en el sistema, un cis-tema, que en instituciones de esta índole tampoco cuentan con personal travesti trabajando allí.
Ser mamá, un nuevo “soy” en su identidad
A la Karla militante, activista, secretaria, coordinadora, protagonista de documentales y un sinfín de experiencias más, se le sumó una nueva característica en su identidad. Desde 2018, Karla también es mamá. Después de 5 vinculaciones y conocerse para saber “quiénes éramos entre los 3”, Agus no volvió más al hogar donde se alojaba. Comenzó a habitar el hogar con sus xadres.
“Agus siempre fue una niña muy bella, en todos los sentidos. Muy buena. Conseguimos la guardia provisoria de 6 meses y comenzó la convivencia. La familia, el maternar, el paternar con Miguel, estar todos en una misma casa, todo eso tiene que ver con una construcción cuya principal característica es la responsabilidad”, afirmó Karla.
La responsabilidad trasciende todo, incluso el amor: “Es que el amor siempre va a estar, pero hay un montón de cuestiones que tienen que ver con paciencia, brindar seguridad, sostén, pensar en cómo acompañar esa infancia que también está procesando todo. Les niñes que están en un hogar no vienen todes pensando en que van a ser lo más amoroso que existen sobre la tierra, o que van ser muy estudioses. Hay procesos que tienen que ver con el tiempo, con la amorosidad, con brindar seguridad de nuestra parte”.
El aprendizaje es constante y no termina. Hoy Agus es parte de esta familia diversa, pero que es diversa en sus construcciones mismas más allá de la identidad de género de quienes la componen.
“El amor que nos negaron es el impulso para cambiar el mundo”, Lohana Berkins
“Más allá de las exclusiones o negaciones que hemos tenido en la sociedad, dejándonos por fuera incluso de la ciudadanía civil, pudimos transformarlo y construir familias amorosas, diversas, que abrazan. Sobre todo, las travas y trans, haciéndonos cargo de abrazar a cualquier infancia que se presente”, sostuvo Karla.
Y agregó: “El maternar trava es totalmente político. Las familias diversas son totalmente políticas, y yo lo politizo todo el tiempo porque dejamos por fuera todos los mandatos, todas las cuestiones implantadas, impuestas, que tienen que ver con ese ‘tenés que ser de una manera, la familia tiene que ser de una manera’”.
En estos 5 años Agustina empezó a ser abrazada por su mamá Karla, por su papá Miguel, pero también por toda una colectiva disidente y diversa que se suma al contacto frecuente que también permitieron que tenga con sus hermanitos biológicos que están con otras familias rosarinas: “Agus se encontró con un montón de tías travas, tortas, tíes no binaries, encontró muchas y muches tías putos. Y está muy feliz con eso. Siempre la abrazan, la llenan de cariño, la invitan a jugar con sus hijes, sobrines. Eso es tener en claro que a la familia uno la construye y la elige también”.
Y es que, si bien todas las vivencias son distintas, lo que predomina es el amor y la responsabilidad. El compromiso con aquellas niñeces e infancias que trascienden las identidades para dar acceso a un hogar cálido, que sostiene, contiene y abriga. Que abraza para ser abrazado también, incluso en comunidad. Y en esas responsabilidades no hay medias tintas. Las mamás travas lo saben. Karla lo sabe. Y hoy, Agus también.