La hora de Lucero

La hora de Lucero

Cuando Windows 95 llega al mundo, Menem gana su segunda presidencia en Argentina, Gilda estrena su disco Corazón Valiente y en el barrio Ludueña de Rosario, donde milita el Pocho Lepratti, nace Eva Lucero Mut.

La hora del juego

Recorre el barrio jugando con un grupo de “todas nenas”, cuando juega con sus dos hermanos mayores elige personajes femeninos. Vive con un padre que le regala figuritas de Bandana, una madre con la que, a medida que pasan los años, el vínculo se tensa cada vez más, y una abuela a la que le importa “el qué dirán”.

A medida que Eva crece nota que en el barrio la discriminan mucho. “El otro día me preguntaron por vos y me dijeron que estuviste haciendo esto…” le dijo aquella vez la abuela a Lucero Mut.

Recuerda que su madre y su abuela eran «el mismo personaje», la diferencia era que ella es hija de una y la acepta por eso. Cuenta que su abuela quedó viuda a los 30 años, que era una mujer que cumplía con «las reglas»: dedicarse pura y exclusivamente a la familia. Eva recuerda a su abuela diciendo

«lo que van a decir de vos en el barrio, con todas las nenas…»

Y asegura que quería ponerle límites sobre cómo expresarse y con qué jugar, y resalta que la lastimó.

siempre fuimos muy engañados por el qué dirán, para ella, era terrible«, comenta

A los doce años Eva se recuerda muy chiquita, casi de cinco años jugando con unas fichas y animalitos en una sala con una señora que no sabe quién es. A los doce años deduce que era una psicóloga infantil.

«le pregunté a mi mamá qué onda eso, y me dijo ‘sí, era una psicóloga infantil, porque queríamos ver si podíamos curar tu condición’.
Es decir que creían que estaba enferma.
Yo, enferma

era una criatura
«

La hora del POP

En la escuela primaria Pestalozzi conoce a Camila Libertad, que años más tarde, ya en la adolescencia, le escribe para salir a un boliche. Eva salía sin dar explicaciones, tenía los privilegios de la hija menor. No la interrogaban, decía que se iba a la casa de Camila y punto.

«ella (Camila) sabía que yo era gay desde muy chica. Un día me escribió para salir, salimos las tres y fuimos a Mistika. Caímos en una noche temática de lesbianas«

Las salidas no eran lo mismo en Mistika que en un boliche para heterosexuales, dice y cuenta que creció en el barrio donde sonaban la cumbia y el reggetón pero que ella quería otra cosa.

«a mí no me gustaba, en ese momento, bailar cumbia. Tenía ganas de mariconear, escuchar a Britney o Rihanna, tirar espuma»

Trolo, puto, maricón. Ese tipo de palabras no entraban en el caparazón que construyó para sobrevivir. Sin embargo, las palabras de la calle le daban pinchazos en la cabeza, esos puntazos que físicamente nunca recibió.

«sufrí mucho, la mirada ajena, la burla. Por suerte, nunca recibí algún tipo de violencia física porque siempre fui una persona que nunca llega al conflicto»

Si le gritan algo por la calle, sigue caminando, se calla, se mentaliza para no responder. Se va directo al lugar seguro, su habitación.

-«era mi espacio, mi lugar. Estar en la computadora, escuchar Lady Gaga, todo lo que sea música pop que siempre me encantó. Y estar en mi cabeza, poder imaginar mundos posibles donde yo quiero habitar»

Con 21 años es independiente económicamente, compra la ropa que quiere. Muy fashionista, remera de micro tul, pantalones de cuerina, medias de red, aros y maquillaje. “Ahí está La Lucero, llegó La Lucero” se decía en La Casita de Cristal, el boliche LGBT de calle Pellegrini al 1100, que años más tarde cierra sus puertas ante graves denuncias de abuso sexual en el lugar. En La Casita nació su apodo: La Lucero

Eva renunció al call center donde trabajaba, tuvo charlas intensas con su familia donde sintió que la invitaron a retirarse.

Llegó la pandemia que paraliza al mundo y su vida. Aturdida, corta un vínculo afectivo, se termina El Bingo de la Tati y La Lucero, un espacio cultural creado para divertirse e improvisar.

Eva se va a la casa trans, la casa de tránsito, la casa de Manuela Brommer.
Va y viene, Eva hace su transición.
Eva y Manuela junto a otres artistas comienzan a crear el primer Kiki Ballroom en Rosario.

Tenía pendiente cuatro materias del secundario, y lo termina gracias al espacio educativo para la población trans, travesti y disidencias (no excluyente) del Ministerio de Educación y la Secretaría de Estado de Igualdad y Género de Santa Fe. En esta etapa conoce otras identidades trans ajenas al mundo cultural al que está acostumbrada.

«una trans que trabaja en Pedidos Ya, una trans que viene de Roldán para estudiar. Me abrí a otros mundos posibles dentro de la identidad trans. Entonces, pensé qué buena onda, no todas queremos ser Susana o Moria, hay mucho lugar para todas, y todas queremos objetivos distintos«.

Cuando se egresa del EEMPA, comienza a estudiar periodismo. Dice que se conectó con el estudio y el aprendizaje desde otro lugar porque “se curtió en la calle”. A unos meses de ser estudiante de periodismo y estar capacitándose como acompañante territorial de la provincia, recibe una propuesta y una sorpresa.

«me llaman cuando me estoy haciendo un tratamiento estético. Me proponen participar de una co-producción de la TV Pública de Santa Fe y el Ministerio»

“Te queremos de conductora representando todo lo que es el sur de Santa Fe” le dijeron por teléfono. Junto a Federica Kessler, se convierten en hitos de la historia de los medios de comunicación de la provincia, es la primera vez que un programa de televisión provincial es conducido por identidades trans.

Iguales, es un ciclo de 12 episodios de entrevistas a personas disidentes que trabajan por la diversidad en el territorio. El programa se graba en Santa Fe, Eva viaja tres horas de ida cada vez que tiene que grabar, dice que es un mundo nuevo. Luz, cámara y acción. La primera entrevista del programa la hizo con un mano a mano con la ministra, Maria Florencia Marinaro.

La hora ganada

Mientras ejerce su derecho a recibir tratamientos de hormonización, en su segundo día de cursado en el instituto provincial de periodismo de la ciudad, un profesor pasa lista y la menciona con su nombre anterior.

-«en el instituto la única persona trans soy yo. Para nosotras, las personas trans, es muy difícil estar en lugares ocupando espacios que anteriormente se nos han negado«

La palabra resistir significa recibir fuerza o presión, sin moverse ni sufrir, o intentando no sufrir, daño. Eso hace Lucero y toda la población LGTBIQ+, resisten.

podría haber insultado al profesor, a todos mis compañeros porque no me defendieron, ir a patear la puerta de la secretaría, dar vuelta un banco«

Eva sabe que si actúa de esa forma será tildada como la trans agresiva, recuerda lo que hizo en su infancia, callarse y seguir. Eva quiere que les explote la cabeza porque ella no contesta y quedarse ocupando el espacio.

-«estoy en esta silla y de acá no me vas a mover, sobre mi hermoso y frío cadáver me van a sacar»

La hora de Lucero

En el barrio Abasto está la Plaza Libertad, donde empezaron los ensayos para los Kiki Ball, la plaza que resiste y potencia, a unas cuadras -sobre una calle gris- cuelga en un balcón la bandera arcoiris. La bandera del Orgullo.

-«yo sé quién soy, sé lo que hago y para donde voy«

Con 27 años Eva Lucero Mut, está en el living del hogar que comparte con Manuela Brommer. Sobre la mesa tiene el vaso de gaseosa que se terminó al poco tiempo de empezar a compartir su vida, deja al lado el celular y se explaya con elegancia hasta para hablar.

En la pared, cuelga de una percha un vestido negro, también elegante, un pañuelo colorido y en un mueble un trofeo. Con seguridad y convicción asegura ser independiente y desapegada de las personas, de lo material y de los objetos.

-«capaz tengo ganas de tener este vaso, y lo quiero, lo quiero. Y cuando tengo el vaso, ya está. Ahora vamos por lo siguiente, ya me aburrí. Me pasa un poco eso»

Todos, todas, todes, miran. Lucero Mut enumera las miradas que recibe. Miradas de deseo, de odio, de lo desconocido, de curiosidad, de ‘te banco y la lista sigue. Dice que ser trans es ser como Paris Hilton en el 2007.

«hay días que me gusta esa mirada y hay días donde tengo ganas de tener un jeans, un buzo ancho y no maquillarme y salir a la calle. Y que aún así, me traten de mujer. Hay veces que no sucede, sigue saliendo el pronombre masculino. Ellos están buscando y esperando un estereotipo femenino en mí, para que me puedan decir mujer. Ahora, si me tengo que sentar con cada persona que me trata en masculino a explicarle que soy una persona trans, se me va la vida»

Foto portada ph Paula Sarkissian.

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