Pensar al feminismo desde la neurodiversidad y la discapacidad pareciera una utopía. El ser mujer, el desear, el habitar el propio cuerpo y decidir sobre el mismo, los cuestionamientos sobre la maternidad, parecieran no tener espacio allí donde la discapacidad se antepone como una barrera social casi inquebrantable. Sin embargo, el concebirnos como seres biopsicosociales pone sobre la mesa cuán discapacitante es la sociedad que limita aún sin preguntar y cuán importante es revertir eso desde las propias reflexiones y acciones.
En 2022 el Centro de Día de la Casa del Sol Naciente sede Bustamante inauguró su asamblea de mujeres a la que llamaron “Las chicas no piden permiso”. Cada jueves, las voces se pronuncian con más fortaleza y convencimiento de que queda mucho por debatir. De la mano de las psicólogas Fernanda Barsola, Antonella Garbino y la Licenciada en Relaciones Internacionales Victoria Musto, encargada del desarrollo de los proyectos de la fundación, las chicas que asisten al centro de día encuentran un espacio más que necesario y demandado incluso por ellas mismas.

No queremos pedir permiso para ser
A partir de la creación de la asamblea, las coordinadoras se entusiasmaron con un sinfín de propuestas para trabajar. “Ahí fue que descubrimos que nosotras veníamos con todas las banderas del feminismo a enseñar cosas, yendo desde el género hacia la discapacidad, y descubrimos cuán necesario es ir al revés. Se generó un movimiento en donde la discapacidad nos empezó a enseñar sobre género”, relató Victoria a Reveladas.
En una mesa cuasi redonda, con el afán de vernos las caras y escucharnos las voces, las Reveladas asistimos a uno de los encuentros. Cada una de las asistentes necesitaba contar por qué era importante para ellas estar ahí, mientras lucían orgullosas sus remeras y pins con el nombre que las representa: “Las chicas no piden permiso”.
Andrea, Patricia, Sol, Daniela, Noe, Jaqueline, Vanesa, Natalí, Estefanía, Luli, Mariana, estaban ahí incluso representando a otras que ese día no pudieron asistir. “Acá hablamos de temas de mujeres. Mujeres y discapacidad”, nos contó Sol. “Y porque si el día de mañana faltan nuestros padres, nuestros hermanos, abuelos, tenemos que saber que hacer nosotras”, reforzó Mariana. Y Noe subrayó: “Aparte nos llamamos ‘Las chicas no piden permiso’. ¿Permiso por qué tenemos que pedir si no somos chiquitas?”.

Los rostros entusiasmados y cómplices se acompañaban de palabras, algunas pronunciadas y otras escritas, acerca de todo lo que vinieron charlando a lo largo de estos años. Entre los debates más renombrados recordaban con fervor aquellos vinculados al deseo de maternar, acompañando sus reflexiones a través de una imagen de una joven con una discapacidad motriz observando a otra mujer embarazada. “Nosotras tenemos derecho a ser mamás, si es que así lo queremos”, expresó una de las concurrentes. A partir de allí, otras imágenes fueron copando la mesa, las voces, los debates.
Para llegar a este punto, el trabajo fue arduo y consistente. Sobre ello, Victoria indicó: “Al comenzar, pensábamos en abordar temas como el aborto, hablar sobre la decisión sobre el propio cuerpo, pero las chicas ni siquiera podían decidir qué ropa se ponían. El trabajo debía comenzar mucho antes, y así fue. Todas nos fueron indicado desde dónde y cómo empezar a charlar sobre género y discapacidad”. Cada tema vuelve a uno anterior, y a otro anterior, y los ejemplos y las explicaciones se vuelcan con insistencia en un espacio en donde la escucha y el aprendizaje están a la orden del día.
Como mujeres y feministas “no pudimos ver todo esto hasta no tenerlo de frente”, afirmaron las tres coordinadoras. En este aspecto, ha sucedido que luego de abordar alguna temática en un encuentro e intentar retomarla en una reunión siguiente las concurrentes se habían olvidado o no habían terminado de comprender los conceptos. “Fue así que empezamos a trabajar con el repaso, con anotar las que pueden hacerlo, ayudarnos para hacer repasos en los encuentros siguientes para reforzar aquello aprendido y continuar con la reflexión”, sostuvo Antonella.
“Siempre suelen surgir interrupciones en los temas porque aparecen las cosas de la cotidianidad que nos llevan a pensar desde dónde nosotras queríamos traer los temas y desde dónde están posicionadas ellas. Entonces, uno de los ejes principales fue empezar a trabajar que salgan de la infantilización. Lograr el paso de niña a mujer a través de lo que ellas percibían de sí mismas por lo que recibía cada una en su entorno”, manifestó Fernanda.
Sobre ello, Antonella agregó: “La diversidad corporal, los prejuicios, los mandatos familiares, todo confluye. Siento que todo lo que se trabaja en pequeñas aristas en otros lados, acá se ve maximizado, se trabaja mucho más profundo que en otros colectivos de mujeres”.

Visibilizar para modificar
Por todo ello, desde la asamblea las chicas comenzaron a formar parte de distintos eventos, pudiendo incluso dar charlas y compartir sus voces en espacios que excedieron las paredes del Centro de Día. Una de las experiencias más recordadas sucedió en Resistencia Femidisca, un evento en donde feministas y activistas disca intercambiaron experiencias y opiniones en el marco del Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres el 25 de noviembre de 2023. El evento tuvo lugar en el Centro Cultural Parque de España y varias concurrentes de “Las chicas no piden permiso” formaron parte.
Asimismo, concurrieron a algunas de las marchas del 8M y otros eventos vinculados al feminismo. Sin embargo, las coordinadoras resaltan la importancia de que, como sociedad, podamos contemplar las distintas dificultades que requieren una urgente modificación: “Una marcha no suele estar preparada para ser transitada por personas con discapacidad. Nos encantaría que las chicas puedan participar de distintas movilizaciones, incluso de la marcha del Día del Orgullo, pero necesitamos que mujeres desde sus militancias nos acompañen y nos ayuden para marchar juntas”.
En este aspecto, resaltaron que desean que más personas se acerquen al Centro de Día, particularmente a la asamblea de los jueves para continuar abriendo debates y sumarse a cuestionar los propios lugares también: “Trabajamos mucho con los entornos, los contextos, somos muchas veces nosotros los que incapacitamos y tenemos que poder modificar todo eso ya”.
Las chicas no piden permiso. No necesitan hacerlo, pero su lucha sí requiere de mayor visibilidad. Todas están dispuestas a conversar, a ser invitadas a habitar nuevos espacios, a ser escuchadas a través de nuevos oídos, allí donde las discusiones parecían saldadas y en verdad son puertas que abren a más cuestionamientos y necesidades de reflexión. Las chicas no tienen que pedir permiso para ser y existir. Son. Están acá. Desde sus militancias y convicciones para continuar reflexionando juntas hacia un feminismo más diversificado.
PH: Paula Sarkissian