La ciudad de Rosario cuenta desde mediados de 2018 con un Colectivo de Mujeres Músicas que al momento reúne alrededor de 600 artistas locales. Nacida al calor de las movilizaciones por la legalización del aborto en nuestro país, la organización se gestó como un espacio de encuentro entre “mujeres que hacen música”. Rápidamente, la agrupación comenzó a articular actividades y demandas con un claro objetivo: visibilizar el trabajo históricamente opacado de las artistas en los escenarios rosarinos y doblegar la desigualdad y la falta de oportunidades a las que están sometidas por el solo hecho de ser mujeres.
Este año, atravesado por las duras consecuencias de la pandemia mundial por Covid-19, el colectivo debió enfrentar nuevos desafíos. La crisis económica que azota a gran parte de la sociedad recae con particular peso sobre el rubro artístico, puesto que se trata de una de las primeras actividades en ser suspendidas, con fuertes perspectivas a ser de las últimas en retomar su ritmo habitual. A esta situación se añade la falta de reconocimiento y apoyo estatal al sector, que al día de hoy no cuenta con ningún tipo de asistencia económica ni subsidio para paliar las dificultades de no poder de desarrollar sus labores.
De la marea verde al colectivo
Irina Cagnin, música, antropóloga social e integrante del colectivo de músicas, relata que el nacimiento de la agrupación se da de manera “espontánea” a partir del apoyo a la ley por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito: “Empezamos a tocar en la campaña, en los debates y ahí nos encontramos y dijimos: no tenemos armado un colectivo de músicas mujeres en Rosario. Está el colectivo de artistas mujeres, pero no un espacio específico de la música”.
Este puntapié, según cuenta, dio lugar a las primeras reuniones, que fueron tomando forma de asamblea y lograron reunir a más de cien compañeras. “Fue muy fuerte”, describe la entrevistada, quien asegura que las charlas llegaban a durar más de seis horas porque “eran tantas las cuestiones para hablar: los machismos que atravesábamos como mujeres y como mujeres músicas, la necesidad de que se nos visibilice más en los escenarios, mostrar que hace mucho que venimos haciendo música, que hay toda una historia de nosotras que estuvo invisibilizada en la ciudad”. “Fue muy movilizaste y nos permitió la posibilidad de acceder a cuestiones que las teníamos recontra postergadas. Se sintió como una liberación, una felicidad”, narra en diálogo con Reveladas.
Los primeros resultados de esta comunión de trabajadoras no tardaron en llegar, y a poco más de un año de su conformación lograron transformar a Rosario en la primera ciudad de Latinoamérica en conquistar la equidad de género en los eventos musicales. “Se abrieron para nosotras las posibilidades de ser parte de todo un circuito del que se nos solía excluir. Antes nunca te llegaban las convocatorias. Entonces era muy difícil que tu música se escuchara. Una se quedaba en algo más subterráneo, la transmisión de lo que hacíamos no llegaba al anfiteatro”, expone.
Sobre este punto, la cantautora transmite con mucho pesar las experiencias que debían atravesar en las épocas previas a la conformación el colectivo: “Es bastante doloroso recordarlo. Una para tratar de tener un lugar entre los músicos tenía que insistir mucho, y te dabas cuenta como siempre quedabas para lo último y no te llamaban para los recitales. Era mucho el esfuerzo que tenías que hacer para explicarle a los demás que vos también hacías música desde hacía tiempo y que tu estilo era distinto, pero eso no significaba que no sea bueno”. “La impronta en la que toca una chica es distinta a la de un chico”, aclara. En este sentido, destaca que en el recital inaugural de la organización, en el que las artistas subían a un escenario abierto a tocar un tema cada una, prevaleció un espíritu de “solidaridad” pocas veces vivenciado en un espectáculo de estas características.
Contención y escucha activa en pandemia
El 20 de marzo comenzó a regir en todo el territorio argentino el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO), con el objeto de mitigar la propagación de Covid-19. A partir de ese momento arrancó una nueva instancia para las músicas, y la amplia red de contención que habían logrado se trasladó a la virtualidad. “Tener lazos tan fuertes construidos como colectivo nos permitió estar al tanto de cómo estaba cada una. Nos hablamos permanentemente”. No obstante, Irina manifiesta que “la situación es realmente crítica, al punto de que hay compañeras que deben recibir ayuda económica de otras personas para poder comer”.
Uno de los aspectos que caracteriza al colectivo es su estructura horizontal, organizada a través de comisiones de trabajo (producción y gestión, prensa, solidaridad, legales, entre otras). La entrevistada comenta que una de ellas se llamaba ‘Sonororidad’, y que su función, en épocas previas al ASPO, “era trabajar la sororidad, tratando de ver qué nos pasa a cada una, qué sentimos, qué necesitamos anímicamente”. “Con la pandemia resurgimos esa comisión y lo que hicimos fue armar un equipo interdisciplinario de escucha cuidada, porque nos dimos cuenta de que no estábamos recibiendo ningún apoyo a nivel estatal con todo lo que nos estaba pasando”. La apuesta fue, según explica “usar nuestros recursos para acompañarnos entre nosotras”.
Puntualmente, sobre la situación económica que atraviesan las integrantes del colectivo, Irina detalla: “Nos hemos quedados todas sin trabajo, y ante la necesidad y la urgencia de encontrar soluciones nos articulamos con otros grupos de artistas y se armó una comisión de crisis, desde los diferentes colectivos de musicxs. Lo único que se consiguió hasta el momento es una ayuda alimenticia de una caja que tiene 8 productos que el municipio nos da cada 15 días. Sesenta mujeres que la estamos recibiendo. Por supuesto que eso no alcanza bajo ningún punto”.
Tal es así que el pasado 17 de septiembre el Colectivo difundió un comunicado en redes sociales pormenorizando su situación: “Desde que empezó la cuarentena las compañeras músicas nos encontramos con variadas dificultades para afrontar lo cotidiano: incertidumbre laboral, casos de violencia de género, impedimento para acceder a la canasta familiar básica, imposibilidad de afrontar los compromisos adquiridos como pago de alquiler, impuestos o servicios; madres jefas de hogar con hijes en edad escolar o a cargo de familiares que forman parte de la población de riesgo, y compañeras sin ningún tipo de ingresos por clases particulares o shows en vivo”.
En este contexto, la organización manifestó su apoyo y acompañamiento al acampe que durante 12 días llevaron adelante lxs trabajadorxs de la cultura frente a la sede de Gobernación, exigiendo “un subsidio universal no concursable que llegue a todas las compañeras del sector por el tiempo que dure la situación de emergencia por la pandemia y la posibilidad de rever el contenido de las cajas de asistencia alimentaria”.
¡El arte vale!
El abandono por parte del Estado denunciado por las trabajadoras de la música en el contexto actual, y que alcanza a todo el rubro artístico, no representa una novedad. De esta manera lo deja ver la entrevistada, quien reflexiona: “La pandemia permite percibir con mayor claridad la precarización de nuestro trabajo, porque no se tiene en cuenta. El gobierno nacional les ha pagado a las empresas los sueldos de sus empleadxs. Entonces nos preguntamos, ¿nosotras no estamos consideradas como trabajadoras? ¿Son más importantes lxs trabajadores de las empresas que lxs artistas?”. “Entendemos la situación de crisis en la que estamos viviendo, pero si se pueden pensar subsidios para lxs trabajadores de los hoteles, del turismo, de los lugares de belleza, ¿por qué no para lxs artistas? Es muy fuerte, muy duro”, remarca.
En este sentido, la antropóloga va más allá del conflicto puntual y repara en el trasfondo de aquellas decisiones que dejan a un lado el arte, subestimando su aporte al entramado social: “Hay problemáticas sociales que están pasando y no está habiendo una respuesta por parte del Estado. No puede ser que se hayan cerrado todos los talleres que daba Cultura desde la municipalidad, porque el arte tiene una función en la sociedad”.
Para concluir, la entrevistada enfatiza: “El arte vale, porque el arte es salud, es un medio de expresión que cura. Entonces, no puede estar puesto en un segundo plano. Somos lxs primerxs que dejamos de hacer cosas, porque una de las primeras restricciones fueron los espectáculos, y vamos a ser lxs últimos en volver. Considerando que estamos aceptando eso, pedimos un reconocimiento, una asistencia que al menos nos permita pagar el alquilar, los impuestos, y llevar el alimento a nuestros hogares”.
Foto: María Florencia Carrera para Rapto