El cupo como oportunidad

El cupo como oportunidad

Ay, cuando me llamaron del trabajo…¡No te imaginas! ¡Qué emoción! 

Ahhhh, yo lloraba, super contenta, porque una ya está cansada, ¿viste?

A través del teléfono, un día de noviembre de 2020, una política pública tomó forma. Andreina Di Brino, la protagonista, dirá que, desde entonces, la tranquilidad fue el primer cambio que notó en su vida. Es que, caminar las calles de Rosario en la madrugada, esperar un colectivo directo a la terminal y viajar a Serodino con destino final a Puerto San Martín, solía ser su rutina diaria.

Trasnochar. Transgredir. Sobrevivir. Con suerte: volver, empezar el día otra vez.

Yo muchísimas veces quise buscar trabajo. Hasta me fui a Buenos Aires. De General Pacheco hasta Capital tenía casi dos horas de micro. Era muy sacrificado y lo intenté. Intenté trabajar de peluquera, pero no te daban los números. Sí o sí tenes que dedicarte a la prostitución. Ahora tengo mi casa, mi trabajo. Estoy tranquila. En aquellos tiempos, trabajar en una peluqueria, tener que pagar un alquiler y vivir todas esas cosas…tuve que volver de nuevo a la prostitución porque no me daban los números.

Entre el 15 de septiembre y el 16 de octubre del año pasado, se abrió la inscripción del Cupo Laboral Travesti-Trans en la Universidad Nacional de Rosario. La resolución establece el cinco por ciento del total de ingresos laborales no-docentes y contempla incorporar un mínimo de tres personas por año para desempeñar tareas en diversas áreas del rectorado o sus unidades académicas. El cupo lleva el nombre de Alejandra González, quien se desempeñaba como trabajadora no docente en la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmaceúticas.

Si, me anoté, yo creo que fue en octubre y, en noviembre, a los quince días, me llamaron para la entrevista. A la semana me dijeron que sí, que ya estaba para trabajar. Me ocupo de servicios generales, de limpieza, de las oficinas, de los baños, de los pasillos de la UNR. 

Ahora, Andreina Di Brino vive tranquila. Antes, trabajaba en la calle, dispuesta a lo que sea. El miedo a que un cliente le haga algo, a los robos, estaba siempre presente. Ahora, con su voz suave y cálida -la misma con la que recibió la llamada de trabajo- dirá que las oportunidades también tienen que ser para las chicas trans y travestis más grandes que, como ella, no tuvieron la posibilidad de estudiar o de formarse.

—Hay que ayudar a muchas chicas…como lo que pasó conmigo en la UNR, que vieron que yo no tenía los estudios terminados, que vieron que yo soy una chica grande. Tengo 48 años, por más que yo estudie y me ponga a buscar un trabajo, estoy luchando contra otras personas más jóvenes que yo. Nosotras venimos acarreando esto desde hace años, batallando con todo. Tanto con el trabajo, con la prostitución, con la gente, con la policia. Años de mucha discriminación. No te olvides que antes era «puto», «maricón», la calle, los gritos, la policia, era todo. Por eso, muchas chicas ahora están cansadas, no quieren estudiar. Hay que darles la oportunidad: lo estoy viviendo en carne propia y es una tranquilidad, no te imaginas. Yo estoy super, super,super tranquila. 

En el año 96, Andreina viajó a Chile para hacerse la operación de reasignación de sexo y, al volver, se encontró en Buenos Aires con un grupo que se estaba organizando para hacerle un juicio al Estado para poder cambiar su DNI de acuerdo a su identidad autopercibida. A partir de ese conocimiento y ese empuje, decidió empezar los trámites en Rosario. Corría el año 2000, la Ley de Identidad de Género todavía no existía y su madre trabajaba en la casa de Marisa González, mujer trans asesinada en el año 2005, quien le recomendó un abogado para que se acerque con su hija. La batalla legal duró dos años y la llevó por una serie de acontecimientos que no deben volver a repetirse jamás.

—Eran citas y citas. Citas con la jueza, en tribunales, entrevistas. Después ir con la junta de psicólogos y psiquiatras, que yo lo hice en la calle Suipacha y San Lorenzo. Iba todas las semanas con el psicólogo. Fue engorroso porque, desde ya, una situación nada que ver, porque vos vas a un psicólogo y te empieza a revolver cosas del pasado. Es horrible porque yo, lamentablemente, en mi vida he pasado cosas feas. Una se va de su casa…las cosas feas no las queres olvidar pero tampoco las queres estar recordando. Revolvió todo eso. Me la aguantaba porque estaba haciendo el tema de mi documento. Fue un proceso que duró hasta el 2006.

Al hablar del día en el que, por fin, le dieron el DNI, Andreina dirá que fue casi tan emocionante como conseguir trabajo en la UNR. Su voz retomará el color de la alegría y recordará la llamada de su abogado que la convirtió en la primera mujer trans con documento autopercibido en la ciudad de Rosario y lo que eso generó: las entrevistas en la radio, la compañía de su mamá, la reparación de la infancia que no fue como debería ser.

En Argentina, la Ley de Identidad de Género se sancionó en mayo de 2012, siendo pionera en no patologizar a la comunidad travesti- trans: desde ese momento, el reconocimiento de la identidad de género y el ejercicio de ese derecho no requieren autorización médica, ni psiquiátrica, psicológica o judicial. Casi seis años después.

—¡Ay, fue hermoso también! Yo estaba super contenta porque, gracias a la Ley de Identidad de Género, muchas de mis amigas no tuvieron que pasar por esas situaciones horribles que yo pasé. Tampoco lo tuvieron que pagar. Era muy caro: el juicio me salió, más o menos, unos tres mil dólares. Yo tenía que seguir trabajando para pagarme el abogado.

Ahora, Andreina Di Brino pasa sus días en el primer piso de la UNR y vuelve a su casa, tranquila, en la zona oeste de Rosario. Quiero vivir y disfrutar, dirá en reiteradas ocasiones. Acostumbrarse. Ir paso por paso. Aprovechar el camino, el ritmo de los días sin estar marcados por la supervivencia. Quizás, terminar la secundaria. Quizás no. Déjenme acostumbrarme, volverá a decir entre risas, tiene que salir de mí. 

—Con mi familia soy Andreina desde siempre, pero estaba el tema del trabajo. A veces, tu sobrinito te pregunta de qué trabajas y no te olvides que la prostitución es tabú: es una cosa de la que no se habla, pero está. Ahora es diferente. Tengo tema de conversación, hablo de trabajo, estoy insertada en mi familia al 100%. No tengo eso de «ay, de mi trabajo no hablo». Yo ahora tengo a mis hermanos, mi cuñado, mi sobrino que me preguntan: ¿mañana trabajas? y yo puedo responder: “sí, me levanto temprano porque mañana trabajo”.  Es re lindo. 

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