Autobiografía de mi madre: mujeres afro, colonialismo y otredad

Autobiografía de mi madre: mujeres afro, colonialismo y otredad

Jamaica Kincaid nació en la isla caribeña de Antigua en 1949 con el nombre de Elaine Potter Richardson. Vivió con su madre y su padrastro hasta los 16 años, edad en la que viajó a Estados Unidos para trabajar como niñera. Pronto su talento literario la llevó a escribir en revistas como New Yorker y Forbes, y con los años se convirtió en una de las autoras caribeñas más reconocidas a nivel mundial. Nominada tres veces al Nobel de Literatura y traducida a más de veinte idiomas, Kincaid empieza a ser leída en Argentina gracias a la reedición de Autobiografía de mi madre (La Parte Maldita, 2021).

Identidades subalternas

Con la impecable traducción de Inés Garland, nos acercamos a estas líneas iniciales: “Mi madre murió en el momento en que nací así que durante toda mi vida no hubo nada que se interpusiera entre la eternidad y yo; a mis espaldas había siempre un viento negro y desolador (…) Y  este sentido de pérdida y beneficio me hizo mirar hacia atrás y hacia adelante: en mi origen estaba esta mujer a la que nunca le había visto la cara, pero en mi final no había nada, nadie entre la oscura habitación del mundo y yo”.

Así comienza Autobiografía de mi madre, una novela que narra el pasaje de niña a mujer de un personaje atravesado por el legado colonial, la pérdida y el intento por entender su propia identidad. Xuela, la protagonista, es una mujer afrocaribeña que encuentra en la soledad a su mejor aliada. Su padre es una figura ausente, la mayoría de los hombres solo ven su carne, las mujeres la sienten como una amenaza, una competencia e incluso un terreno fértil para combatir su propia infertilidad.

Xuela es la mujer que puede dar hijos, aunque cuando queda embarazada dice no, y decide, de allí en más, solo maternarse a sí misma. En la búsqueda del placer, encuentra el erotismo en su propio cuerpo y a veces en cuerpos de otros, fuera de todo afecto. Su personalidad se va volviendo nihilista, y va entendiendo, de a poco, que su perspectiva es la de las vencidas, la de las colonizadas.

Mujer, negra y nativa en una isla caribeña tomada por los británicos. Así es Xuela, quien abraza las contradicciones de su propia identidad desde una narrativa honesta.

Al respecto, en una entrevista para Fundación Filba, Kincaid señaló que las contradicciones son inherentes a su literatura. “Cuando escribo, pienso las cosas profundamente y también pienso en su opuesto. Una mujer es ella misma y su opuesto. Contradictorio es, por ejemplo, tener solamente la lengua del opresor para escribir sobre la opresión”, sostuvo. Esta paradoja es característica de la otredad, y parafraseando a Josefina Ludmer, implica apelar a las artimañas del débil de las culturas subalternas, que deben abrirse paso para contar su verdad: incluso cuando sea en inglés, la lengua ajena.

El universo cultural de las Antillas

A su vez, la cuestión de la identidad en el personaje de Xuela, cuyo nombre sabemos recién hacia el final, evoca también a la misma Kincaid. Y es que la autora decide en un momento cambiar su nombre para separarse del de su familia, que no apoyaba su vocación por la escritura. ¿Cuántas identidades caben en una? ¿Cómo se asocian las diferencias de clase y de género en una misma mujer? ¿Qué pasa cuando una mujer negra ocupa el lugar del saber?

La novela parece preguntarse eso una y otra vez, y esta repetición quizás hace a la misma identidad afrocaribeña, porque evoca a la música y recuerda también al lenguaje oral, a la repetición de las historias contadas en círculos, en tribu y por generaciones.

Pareciera que la novela mantiene el tiempo cíclico de las historias ancestrales de las Antillas, a la vez que se abre a su universo cultural: naturaleza salvaje, sexo y placer sin tabúes, y un lenguaje hermosamente lírico y alegórico.

Esa identidad antillana es también la búsqueda de Xuela por intentar rastrear su origen y el de su propia madre. Más que preguntarse quién es, la protagonista termina apelando a estos interrogantes: “¿Y qué pregunto yo? ¿Cuál es la pregunta que puedo hacer? No tengo nada, no soy un hombre. (…) ¿Qué hace que el mundo se vuelva en mi contra y en contra de todos los que se parecen a mí?” Las respuestas quedan flotando, intensas y caóticas como ese mar antillano que las trae.

COMPARTIR:

NOTAS RECIENTES

RECIBÍ NUESTROS NEWSLETTERS

Suscribíte, sin costo, y recibí en tu correo las notas, crónicas, investigaciones y coberturas destacadas del medio.

COMUNIDAD REVELADAS

Sé parte de la Comunidad Reveladas ¡Asociate y ayudá a sostener un medio feminista y autogestivo!

Queremos construir otra comunicación para otros mundos y sabemos que sólo es posible si lo hacemos entre todxs.

Al ser parte de nuestra Comunidad podrás acceder a todas nuestras producciones periodísticas, a beneficios en talleres y cursos.

¡Te necesitamos, asociate! Lee periodismo local, sostenido por sus trabajadoras.